Si el Diari oficial de la Generalitat Valenciana ha publicado la medida, el nombre de la ciudad natal de San Vicente Ferrer ya será, a todos los efectos, «València». Hasta que vengan otros políticos con mando en plaza y se atrevan a derogar la medida del Ayuntamiento de la ciudad con el respaldo del «Consell» y la asesoría técnica de la «Acadèmia Valenciana de la Llengua».

Un paso más para dar trabajo a los correctores ortográficos de los ordenadores, cansados de la mezcla de léxicos de lenguas diferentes. Una manera de entender la multiculturalidad tan del gusto de la progresía.

Los acostumbrados a tragar con A Coruña, Gipúzkoa, Araba, o Girona en los textos en español les parecerá inocente e inocua el añadido que el Tripartito izquierdista valenciano hace al nombre de la capital del Reino.

Pero, sin necesidad de ser malpensado, la cosa tiene su jugo, desde el momento en que se blinda el término de posibles traducciones: Se acabó poder escribir legalmente «Valencia» en castellano, «Valence» en francés, «Valença» en portugués€ Café para todos: «València». Ya precedieron la nueva norma las universidades públicas ubicadas en «el Cap i Casal»: «Universitat de València» y «Universitat Politècnica de València», para cualquier idioma.

Es previsible que los gobernantes municipales y autonómicos hagan valer su poder para introducir su innovación en la normalidad de la comunicación mediante presiones políticas, fiscales y educacionales. No es necesario recordarles los recursos de presión a su alcance.

Ciñéndonos al uso del nuevo barbarismo en español, es obvio que la dichosa tilde grave sobre la e tropieza con la norma ortográfica vigente: «Valencia» es -en español- una palabra trisílaba, llana y terminada en vocal, que no admite tilde gráfica alguna sobre su sílaba tónica central.

No sé qué competencia tendrá la Real Academia Española de la Lengua para evitar este desatino. El valenciano «normalitzat», equivalente a la variante valenciana del catalán, hace leer en sus gramáticas y diccionarios que «València» es un término de cuatro sílabas (Va - lèn - ci - a) esdrújulo, que requiere sobre la e tónica una tilde. Y como su homónimo «valència química», le meten una tilde indicadora de la apertura de esa vocal.

Como la realidad del habla local desmiente esa apertura, los gramáticos-políticos salen del paso explicando que se trata de una excepción en la regla que cumplen «Florència» o «clemència».

Tal vez el nombre de la ciudad sea la palabra crucial del enfrentamiento entre los partidarios de la unidad de la lengua (catalana) o de la singularidad de la lengua (valenciana). De hecho en el Diccionario editado por la Real Academia de Cultura Valencia y en Uiquipèdia leemos la grafía con acento agudo. El observador ajeno al pleito asocia estadísticamente el uso de «Valéncia» con «blavero» y el de «València» con «catalanista», escribiendo en el mismo idioma. El que evitaba no mojarse se pasaba a «Valencia» sin tilde. O se dejaba de líos y escribía en español.

Ahora, ni eso es ya posible.