Toni Calvo, cuya profesión de anticuario le lleva a atesorar el pasado, nos convocó el último sábado de enero a unos treinta vecinos del barrio del Carme, niños entonces cuando tuvo lugar la riada. Acudimos puntualmente, 60 años más tarde, al local de la calle Roteros donde habíamos sido convocados resultando difícil reconocernos inicialmente. Sin embargo, desde el primer momento, recordamos el cauce del río desbordado, las aguas inundando calles y plazas, la riada del 57, para siempre grabada en nuestra memoria.

Las familias auxiliándose lo mejor que podían, los vecinos solidarios prestando su ayuda a los más necesitados. Es curioso que la memoria resulte tan selectiva y, en ocasiones, pese a edad tan temprana, y tras seis décadas de distancia, recuerde con suficiente claridad algunos acontecimientos. Quizás no se trate de un recuerdo del todo punto fidedigno, pero resultan ser las contadas imágenes que retiene la memoria de cada cual, como dijera Jorge Luis Borges.

Todos nosotros vivíamos próximos a la iglesia de la Santísima Cruz, en el centro del barrio, y allí mismo nos concentrábamos para jugar en el solar que actualmente ocupa el jardín junto a la parroquia. Bajando la calle Padre Huérfanos, yendo hacia las Alameditas de Serranos, confluía con la de Blanquerías, en el lugar donde, durante las horas de la riada, permaneció anclado bajo las aguas un tranvía del que sólo se distinguía el anuncio situado en su parte superior, en el que podía leerse, Laxante Ideal, menudo sarcasmo.

El barrio del Carme ofrecía, en aquel entonces, un microcosmos urbano que incluía toda una diversidad de profesiones y oficios, que, tras la riada, se diluirían por los diferentes barrios de la ciudad. Toda una gran pérdida, por lo enriquecedora que era aquella relación vecinal, que Rafael Solaz, también vecino, relata con detalle en, «El Carme. Crónica social y urbana de un barrio histórico». Al cumplirse sesenta años de aquellas fechas, y al volvernos a reunir aquellos niños, hoy rondando los setenta, apreciamos, con claridad, la importancia que tuvo el barrio para nuestra infancia, y, el impacto que supuso para nuestra memoria el acontecimiento de la riada.

Tras la riada, más de un cincuenta por ciento del barrio del Carme se encontraba, en situación de deterioro. Resultaba necesario plantear, de inmediato, las medidas necesarias para evitar el desplazamiento de los vecinos, lo que no se hizo. Y ello llevó a muchas familias a cambiar de domicilio. Muchos de nosotros, aún trasladados a otros lugares, nunca dejamos el barrio. El Carme siempre vino con nosotros