Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Urbanismo

Columnas mingitorias y chalets de necesidad

La remodelación de la plaza de Emilio Castelar en los años treinta del siglo XX propició la construcción de los primeros aseos subterráneos

Columnas mingitorias y chalets de necesidad

Los aseos públicos actualmente forman parte habitual del denominado mobiliario urbano en muchas ciudades modernas, aunque debemos de retroceder a la época romana para encontrar el origen y su primitiva función. En sus ciudades era habitual encontrarse vasijas -»gastrum urinarum»-­ dispuestas en las esquinas de las calles para recoger la orina de los transeúntes. Y es que ésta era muy valorada por su alto poder detergente, por lo que era utilizada para la limpieza de tejidos y curtido de pieles que se realizaba en grandes balsas mezclada con cal y cenizas. La generalización de esta practica llevó al emperador Vespasiano en el siglo I a gravarla con un impuesto, por lo que quedó vinculado su nombre con los retretes públicos. Su célebre y controvertida frase «pucunia non olet» -el dinero no huele- ha llegado hasta nuestros días como sinónimo del valor del dinero con independencia de su origen.

La higiene urbana adquirió una gran importancia al ponerse en evidencia los problemas que su descuido causaban a la salud de la población, y ya en el siglo XVIII el intendente general de la policía Antoine de Sartine, preocupado por estos términos dispuso unos recipientes para la orina en París. Aunque fue el conde Rambuteau en 1834 el que difundió la idea e hizo instalar 478 urinarios en toda la ciudad, que tomaron el nombre de columnas Rambuteau. Su diseño primitivo fue evolucionando y con los años pasaron a ser unas estructuras con varios compartimentos conocidas con el nombre de vespasianas, en recuerdo del emperador romano.

Las primeras noticias en Valencia, datan del mes de marzo de 1861, cuando la Comisión de calles propone en el Ayuntamiento colocar en la ciudad mingitorios -urinarios- como medida de higiene y limpieza de la vía pública. El arquitecto mayor Carlos Spain fue encargado de su diseño, que tras estudiar los materiales para su construcción decide realizarlos de hierro fundido por cuestiones económicas, de consistencia y durabilidad. Su aspecto resultó similar al de una garita redondeada de más de cuatro metros de altura, con dos accesos para otras tantas personas, similares a las denominadas columnas Rambuteau existentes en París. Una vez aprobada la idea y el diseño de estas columnas mingitorias, se encargaron dos unidades de modo experimental para situarlas en la plaza de San Francisco y en la de Barcas. A finales del mes de noviembre tras haberse construido en una fábrica de fundición de la ciudad, quedó instalada la primera en la plaza de San Francisco -hoy plaza del Ayuntamiento-.

La buena acogida dispensada por todos los estamentos hizo que se proyectaron algunas más para situarlas en plazas concurridas, como la de Mosén Sorell o la de la Congregación -hoy de San Vicente Ferrer-.

La evidente utilidad conllevó el aumento en el número de unidades con el paso de los años, instalándose en Guillém de Castro, Matadero, Torres de Quart, plaza de San Sebastián, puente de la Trinidad, expuerta del Real, calle de la Harina, calle Trinitarios, Gobernador Viejo, plaza del Temple, Ciudadela, calle Altar de San Vicente, calle Monjas Catalinas y calle Pobres Estudiantes.

Con el fin de mejorar su diseño y funcionalidad, en 1885 se encargó la fabricación de 24 nuevos mingitorios, utilizando como modelo de referencia el de los recipientes urinarios establecidos por entonces en Madrid, algo mas versátiles en el número de usuarios. El material para su construcción seguía siendo de hierro fundido, con una altura de 2,50 metros y disponiendo para su alumbrado de un mechero de gas. Tras la subasta pública, se adjudicaron a la fábrica de José Arnal y Gimeno 12 unidades de

una plaza, 6 unidades de dos plazas y otras 6 de tres plazas.

Pero todos los urinarios descritos y empleados hasta la fecha eran de uso masculino, ya que su diseño condicionaba la posición. Estaba por llegar los aseos que pudieran ser utilizados de manera conveniente por las mujeres, y de esta forma a través de la Compagnie Nouvelle des Chalets de Comodité se estableció un acuerdo con el Ayuntamiento de Valencia para la instalación de tres chalets de seis plazas y otros tres de cuatro plazas.

El modelo grande era una estructura de planta cuadrada de seis metros de altura, con un tejado a cuatro aguas. Disponía de cuatro departamentos simples y dos que incluían lavabos, con acceso y compartimento para la persona que los vigilaba. Se instalaron tres unidades; en la plaza de San Francisco, en la del Mercado y en la calle Játiva frente a la plaza de toros. El más reducido tenía una capacidad de servicio para cuatro personas, su estructura era de planta hexagonal rematada por un cupulín sobre el tejado que incorporaba un reloj. Su altura era de ocho metros y quedaron establecidos en el jardín de la Audiencia -actualmente Palacio de la Generalitat-, plaza de la Encarnación y plaza de las Yerbas -hoy Lope de Vega-, si bien este último fue trasladado en 1909 a la calle de Colón junto a la fábrica de tabacos.

El acuerdo con la sociedad francesa incluyó a su vez diez columnas luminosas, que consistían en unos urinarios masculinos de seis plazas construidos en hierro fundido con una pantalla que cubría la entrada. Se establecieron en las plazas de Mosén Sorell, Collado, Estación, Patriarca, Castelar (2), Audiencia, Picadero, San Agustín y en la calle de las Barcas frente al teatro Principal. El conjunto de chalets de necesidad y columnas mingitorias incluían unos paneles luminosos con la posibilidad de establecer publicidad y se pusieron en servicio en octubre de 1905, proporcionando a la ciudad un servicio público novedoso de mayor calidad y estética, que constituyó una nueva imagen de la ciudad.

Con el paso de los años fueron emplazándose, aunque sin un modelo común, otras construcciones destinadas a retretes en lugares de gran afluencia de gente, como los situados en el Puerto, junto a los quioscos de la plaza de Emilio Castelar, la Estación del Norte, la Glorieta y los jardines de Guillén de Castro junto a las torres de Quart.

La remodelación de la plaza de Emilio Castelar realizada en los años treinta por el arquitecto Javier Goerlich propició la construcción de los primeros aseos subterráneos de la ciudad, situados junto a las nuevas marquesinas de las paradas para el transporte público. Unos años más tarde, en el año 1949, se repitió la idea de situar los aseos en el subsuelo, concretamente en las Alameditas de Serranos y también en la Gran Vía Marqués del Turia.

Entre las últimas iniciativas municipales referentes a los aseos públicos en la ciudad, destaca la llevada a cabo en 1988 con la ubicación de modo experimental de cuatro unidades automatizadas de pago en las Alameditas de Serranos, plaza de Zaragoza, avenida del oeste y en la plaza Porta de la Mar. Se trataba del modelo Sanisette aparecido por primera vez el 10 de noviembre de 1980 en París. Sin embargo no tuvieron la aceptación esperada, y un año después eran retirados alegando razones económicas y de poco uso. Aunque de iguales características y diseño a las anteriores, en el año 1998 se instalaron dos unidades en el paseo marítimo, junto a las playas de la Malvarrosa y el Cabanyal.

Con la renovación del mobiliario urbano, llegaron a Valencia las parisinas columnas Morris, utilizadas como soporte publicitario y que sirvieron a su vez para la instalación de kioscos y baños. Se establecieron dos unidades con aseos integrados, que fueron colocados junto a la estación de autobuses y al antiguo Hospital La Fe.

Sin embargo a día de hoy en Valencia, solo persisten en toda la ciudad las instalaciones ubicadas en el paseo marítimo y únicamente en acontecimientos especiales con grandes congregaciones de público -como en las fallas que están a punto de comenzar-, se opta por la colocación de inodoros químicos portátiles para proporcionar un servicio temporal adecuado.

Compartir el artículo

stats