Dentro de siete años se cumplirá su centenario. Porque fue compuesto en 1.924 y casi diríamos que «de rebote», como nos contó su compositor, el maestro José Padilla, hace ahora cincuenta años, en una conversación mantenida en el hoy desaparecido Hotel Royal, de la calle del Pintor Sorolla.

La marcha-pasodoble -que en ambos ritmos se interpreta- con el título «Valencia», fue compuesta -lo hemos comentado muchas veces- de forma casual y por el fracaso de una composición teatral que duró pocas fechas. Así nos lo contó su creador: En el año 1.924, estrenó en el Teatro Tìvoli, de la calle de Caspe de Barcelona, la zarzuela «La bien amada» con letra del escritor José Andrés de Prada; la pieza no tuvo mucho éxito y fue pronto retirada de cartel.

«Entonces -nos contó el compositor- me vino la artista Merceditas Serós a pedirme que le compusiera una canción para debutar en el Olympia de París. Le habían confeccionado un traje de valenciana, y quería una composición referida a esta tierra -nos comentaba-. Pero yo estaba muy atareado y no tenía tiempo; así que le dije a Pepe Prada que el preludio de «La bien amada» lo aprovechara y «a monstruo» -que así se dice coloquialmente para componer so texto sobre música anterior- hiciera una letra valenciana».

Y así nació esa canción que, desde hace muchísimos años, es símbolo popular de esta tierra y que suele cerrar muchas veladas de baile.

El preludio de aquella zarzuela retirada de cartel comenzaba con las palabras «Te quiero», tres sílabas que se ajustaron al nombre de Valencia y que quedaron perfectas. Y de ahí surgió el resto, dedicado a la luz, a las flores, a la mujer, al amor. Es decir, tal como la hemos conocido a lo largo de noventa y tres años.

La canción fue pronto adoptada -tras el estreno por la aludida artista española en la capital francesa- por otras muchas artistas mundiales, que incluso la incluyeron en sus repertorios y que apareció en algunas películas europeas. Y es que sirvió como promoción de esta tierra en el mundo.

Aún recordamos cómo, hace unos años, en Varsovia, un taxista dio prueba de esa popularidad. Íbamos de la Catedral al hotel, y sin conocer el idioma, nos preguntó si éramos y hablábamos inglés, o francés; al decir «español», siguió inquiriendo si Barcelona o Madrid, y al responderle que Valencia, sin soltar el volante entonó la música que compusiera el maestro andaluz y que quedó para siempre.

La letra de José Andrés de Prada permanece y permanecerá por mucho tiempo; aunque conviene señalar que ha sido adaptada por algunos aficionados y valencianistas -entre ellos, el inolvidable Vicente Añón- al idioma regional, pero si cambiar su sentido; es decir, prácticamente traducida. Y sigue y seguirá sonando siempre, como algo que refleja el sentir de esta tierra y de sus gentes.