Apenas están separadas por cien metros, sin embargo, la distancia entre ellas es abismal. Una luce esplendorosa y es la joya del Puerto de València, mientras que la otra, casi enfrente, languidece sin uso. La antigua estación marítima, más conocida como el Edificio del Reloj, ha superado su centenario con excelente salud, mientras que la estación de tren del Grau, ha cumplido 165 años olvidada y tapiada. Las dos València, una vez, conviven tan cerca y a la vez tan lejos...
El ingeniero Federico Gómez de Membrilera tuvo un gran protagonismo en la ciudad a principios del siglo XX. De su trazo salieron varios edificios emblemáticos del «cap i casal», pero el que mayor notoriedad le dio fue el Edificio del Reloj, propiedad de la Autoridad Portuaria. De estilo francés (réplica de la estación de tren París-Lyon), se caracteriza por su riqueza decorativa en la que se funden las líneas ornamentales neobarrocas con un afán de geometrización de los volúmenes, utilizando gran profusión de adornos. Destaca su cubierta con imitación a pizarra. La incorporación del reloj, su elemento más característico, fue idea del propio puerto.
Aunque sus usos han cambiado a lo largo de la historia, de estación marítima a las actual sede de la Autoridad Portuaria, conserva su fascinante clasicismo.
Mucho más sencilla, pero con más historia en sus muros, la estación de tren del Grau, la más antigua de España, que se construyó en 1852, vive una lenta agonía, sin uso y ni visos de darle vida.
Fue un edificio para servicio de viajeros y mercancías de la desaparecida estación del Grau, pero ni su histórica importancia ni su declaración como BIC, le han permitido salir del pozo del olvido. Hoy continúa con sus ventanas y puertas tapiadas para evitar que se acabe como la antigua estación de Natzaret, saqueada y prácticamente en ruinas.
