Este pasado mes de mayo, en el que València se ha hermanado con Chengdú retomando así -según el propio equipo municipal- «la política de hermanamientos para intercambiar experiencias culturales y económicas», se cumplen 35 años del hermanamiento con Odesa.

Los lazos con esta ciudad ucraniana fueron estrechados cuando todavía en la plaza del Ayuntamiento de València presidía la estatua de Francisco Franco (retirada en 1983), mientras que Odesa estaba llena de escudos con la hoz y el martillo. Así, el acuerdo del Pleno de nuestro consistorio del 13 de mayo de 1982 establecía con Odesa el tercer hermanamiento valenciano, junto con nuestra urbe tocaya en Venezuela.

Todo a partir de un intercambio de visitas oficiales, en octubre de 1981 y abril de 1982, y el establecimiento de un acuerdo con el entonces alcalde, Ricard Pérez Casado, «coincidiendo en la necesidad de estrechar las relaciones de amistad entre sus respectivos pueblos, desarrollando el gobierno de sus Ciudades con el objetivo de contribuir a la seguridad y la paz en todo el mundo».

Con la democracia en Ucrania, en 1991, entre la mayor ciudad portuaria de ese país, también llamada «La perla del Mar Negro», y «La capital del Turia» se volvió a practicar un intercambio de viajes entre personalidades oficiales, empresarios y del mundo universitario. Pero, al margen de las relaciones que entablaron dos universidades de Odesa con dos de las nuestras -UV y UPV-, poco se puede contar sobre un desarrollo sistemático de la amistad formal.

Ya en el año 2000, una moción del Grupo municipal socialista buscaba clarificar éste y los otros cuatro hermanamientos que Valencia tenía suscritos para entonces, instando mecanismos permanentes de colaboración e intercambios de ideas y proyectos con las respectivas ciudades. Era un llamamiento -nada caduco- al gobierno local valenciano a «actuar con la seriedad que requieren los compromisos internacionales que ha asumido como institución, precisamente en un tema que promueve y facilita la Unión Europea».

Allá por el año 2005, el odesito Oleksandr Vykhovanets, quien como otros dos mil ucranianos encontró en València su nuevo hogar, también interesaba a los ayuntamientos de las dos ciudades reactivar el hermanamiento y, en 2012, de la corporación de Odesa le contestaron que «desde hace varios años envían al Ayuntamiento de València información con propuestas de reanudar la activa colaboración sin recibir respuesta positiva».

Sea como fuere, y aunque recientemente el tema ha vuelto a enfocarse por la vía consular ucraniana, los actos culturales (como la gira del año pasado del Ballet Nacional Ucraniano de Odesa), la movilidad estudiantil o el turismo tratan de alcanzar València aún sin el recuerdo -por ambas partes- sobre este hermanamiento.

Eso sí: para Odesa, las referencias con nuestra tierra van más allá de una calle de España o un restaurante llamado «Valencia» sobre su plano, al igual que trascienden momentos de la historia como la acogida de niños de guerra españoles... Esas referencias se remontan a sus mismos orígenes, pues la ciudad de Odesa fue fundada y bautizada con ese nombre de inspiración helénica por un originario de nuestro levante peninsular, José de Ribas, en 1794.

En definitiva, el nuevo «hermano mayor» de València hace llamar la atención sobre los otros de la lista. Y que no tire hacia atrás el óxido de las relaciones, ni el de los carteles que las enuncian en la entrada de la ciudad.