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El dueño de La Pepica venderá el restaurante si recibe una buena oferta

El propietario del histórico negocio junto al mar asegura que a sus 70 años sigue «por vocación», pero sus hijos no tienen previsto continuar

Fachada del restaurante La Pepica. m. a. montesinos

La Pepica, uno de los restaurantes históricos del Paseo Marítimo, se encamina al cierre por falta de relevo generacional. Así se desprende de las palabras de su propietario, José Balaguer, nieto del fundador de la casa, quien explica que sus hijos no tienen previsto dedicarse al negocio. «Ellos han estudiado y no van a continuar con el restaurante». «Ellos son listos (bromea), esto son muchas horas y trabajar sábados y domingos», detalla.

A sus 70 años, dice José Balaguer que debería estar ya jubilado pero asegura que le da «pena, mucha pena» plantearse el cierre del restaurante, famoso por sus arroces y platos tradicionales y donde han comido reyes y personas ilustres como el escritor y premio Nobel Ernest Hemingway. Su galería de fotos de visitantes ilustres es famosa y la clave del éxito del local, además de su ubicación junto al mar, es el «respeto por la cocina tradicional mediterránea», afirma José (Pepe) Balaguer.

El copropietario del local asegura que no ha puesto a la venta o traspaso el negocio pero «si llega una buena oferta lo tendremos que pensar, aunque de momento seguimos». Sus dos primos, con quienes regenta el negocio, «están igual». «Todos somos mayores pero seguimos aquí por vocación». «Aquí están mis raíces». Confía en que quien se quede el negocio continúe con la fórmula que lo ha hecho famoso. «Creo que si cambia de filosofía se equivocará», aconseja.

La Pepica y la Marcelina, que recientemente cambió de manos y fue adquirido por el dueño del hotel Neptuno y presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de la playa de la Arenas, José Miguel Bielsa, compiten por ver cuál es el más antiguo. Según explican los actuales dueños del loca- la tercera generación de la misma familia- fue Francisco Balaguer quien pidió y obtuvo en 1923 la concesión al rey Alfonso XIII para construir un bar de obra dura. Los barracones, como llaman los hosteleros veteranos del Paseo Marítimo a los locales construidos a principios del siglo pasado. La Pepica en origen fue un chiringuito playero, fundado en 1898.

El restaurante, que está a punto de cumplir 120 años de historia, fue creado por el matrimonio Francisco Balaguer Aranda, hijo de un guardabarreras de Sagunt, y Josefa Marqués Sanchís. El primero, Francisco Balaguer empezó a trabajar en el puerto de València, y ella como empleada en un bar que servía bocadillos a los portuarios y visitantes. Con el tiempo, el matrimonio, que tuvo ocho hijos, se lanzó a instalar su propia casa de comidas dentro del puerto y años más tarde se trasladaron a la playa.

Alfonso XIII otorgó la concesión para construir 44 chiringuitos a orillas de la playa del Cabanyal para dar servicio a los bañistas. Antes de tener la concesión, los chiringuitos de madera se sorteaban y eran provisionales, se montaba en junio y se retiraban en septiembre.

El buen tiempo que acompañó al verano de 1923 hizo que la temporada se prolongase hasta octubre, cuando la llegada de un temporal arrasó todos los chiringuitos dando pie a la solicitud de la concesión para su construcción en obra.

A los chiringuitos que se convirtieron en restaurantes se sumarían más tarde algunos hoteles. Las alturas y volumetría de los negocios, no obstante, siempre ha estado limitada. Un límite en el que sobresale el Balneario de las Arenas, un cinco estrellas referente del lujo en la fachada marítima de València.

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