«Cada vez hay más españoles, más valencianos, más mujeres y más niños». Esas son las cuatro preocupaciones de la Casa Caridad en el análisis que tiene, en este momento, la ayuda a personas necesitadas. Una radiografía que se explica con números. Por ejemplo, «en el año 2006, las mujeres atendidas eran un 15 por ciento del total. Ahora son un 35 por ciento. Los menores han pasado de un dos a un veinte por ciento».

Estos son algunos de los datos básicos que el presidente de la entidad, Luis Miralles, y su equipo directivo, mostraron en su primer balance anual. Junto con otro aspecto no menos preocupante: «el aumento en un 14 por ciento del número de jóvenes entre 18 y 30 años sin trabajo que piden ayuda alimentaria».

Todos los indicativos coinciden en asegurar que la crisis económica que se desató en 2008 ha pasado su peor momento. Por ejemplo, el evidente descenso en la tasa de paro. Sin embargo, el número de atenciones de Casa Caridad subió un 11,5 por ciento. ¿Cómo se explica este aumento en las actuaciones cuando se camina hacia una teórica bonanza? La explicación radica en el propio crecimiento en las prestaciones de la entidad, incrementadas con la puesta en marcha del albergue Multicentro de Benicalap, pero también en que «ya no vienen tantas personas: hay emigrantes que han vuelto a sus países, ha bajado la demografía, otras instituciones hacen políticas sociales y también ha descendido el desempleo, afortunadamente. Pero hay personas que vienen mucho más a menudo. Son casos ya crónicos. Y eso multiplica el trabajo».

Albergue y alimento

Una presentación de balance es, sobre todo, una catarata de datos. Por ejemplo, las 33.394 pernoctaciones en el albergue y su cometido más espectacular: las 340.033 raciones de alimento repartidas (comida caliente a mediodía, que el equipo directivo degusta cuando tienen su reunión semanal, y bocadillo para llevarse). También se destacan los 165 niños atendidos en las escuelas infantiles y una cifra bastante menor que las anteriores, pero que también les gusta: «los 31 contratos laborales que han obtenido asistentes a nuestros talleres de empleo».

El segmento de población necesitada entre 18 y 30 años, con su notable incremento, es un dato que preocupa. «Nos da miedo que sea un problema crónico. que pasen a ser los nuevos sin techo». Mientras que otro segmento peligroso es el de «las personas de 55 años o más, cuya reinserción en el mercado laboral es muy complicada».

La Casa Caridad manejó el pasado año un presupuesto de 5,1 millones de euros, del que se obtuvo un superávit de cerca de medio millón. Para el año en curso parten con una previsión sensiblemente menor, 4,2 millones, a la espera de que los ingresos atípicos puedan permitir aumentar las prestaciones.

Una de las cuestiones, en materia de financiación, que han lastrado el apartado de ingresos es la pérdida de ayudas de la Generalitat. «La Consellería de Igualdad, que es la que asume este tema ha reducido las ayudas en un 50 por ciento. Es verdad que se hacen directamente políticas sociales y que el modelo de gestión, basado en los concursos, ha cambiado las cosas y ha provocado que nos toque menos dinero. pero creemos que nuestra labor está más que demostrada y que necesitamos financiación». Con el ayuntamiento se mantienen las cantidades. Y de la aportación privada, que constituye el 70 por ciento de los ingresos, confían «que con la recuperación de las empresas aumente también las aportaciones, porque las necesidades no disminuyen». Recordaron Luis Miralles y su equipo que «en estos momentos tenemos una media diaria de gasto de 12.000 euros». Hay que añadir la aportación recular de los socios, así como las donaciones y herencias.

«A nadie le gusta vivir en la calle. Nadie quiere dormir al raso y mucho menos estando enfermo o impedido. Nosotros perseguimos que esa gente pueda recuperarse e integrarse en la sociedad» aseguró Miralles.

También se refirió a una de las partidas más especiales: la aportación económica directa que, recordaron, «se hace en casos perfectamente documentados y cuando ya no hay otra solución, y que sirven para pagar ese recibo de luz, esa gestión de pasaporte o ese gasto de comunidad que ya no se pueden asumir».