Cuando llega el olor a algodón de azúcar y el inconfundible sonido de las bocinas que acompañan a los coches de choque es la señal inequívoca de que la tradicional Feria de Julio ha aterrizado en la ciudad. En el antiguo cauce del río, entre el puente de la Peineta y el de las Flores y hasta el próximo 6 de agosto, unas 50 atracciones se ponen en marcha cada día, desde las 18 horas hasta la una de la madrugada de domingo a jueves y hasta las dos los viernes y sábados.

Este año se suman novedades a la oferta clásica de juegos, entre otras una nueva atracción, Les Folies Parisiennes, un circuito repleto de pruebas como toboganes y pasadizos que han de superar los más pequeños que quieran disfrutar de un buen rato.

Para José Esteban, presidente de la Asociación de Feriantes Industriales de València, este año las previsiones de afluencia de visitantes son «igual de buenas que el año pasado», en el que notaron una importante mejoría de público. Y es que, según Esteban, «en València somos mucho de feria», de hecho son muchas las familias las que se acercan hasta el río para disfrutar de las atracciones.

«Entre semana, sobre todo, vienen abuelos con sus nietos porque ellos ya venían a la feria y quieren que ellos continúen disfrutando de ella», explica Esteban. De hecho, es muy habitual encontrar grupos familiares que se pasan a dar una vuelta para subir en alguna de las máquinas o para degustar una panoja a la brasa. María y Vicente son de València y se han acercado a la feria con su hijo de cuatro años y una sobrina de nueve. Los pequeños están divirtiéndose en el Scalextric y ellos vienen porque «en julio toca feria, ¿no?».

Aunque las temperaturas están alcanzando niveles muy altos, esto no parece suponer un problema para los aficionados que siguen mostrando una clara preferencia por las atracciones más tradicionales. La noria, el túnel del terror y el tiovivo siguen siendo unos imprescindibles en la visita ferial.

Feriantes de tres generaciones

A la mayoría de los feriantes que se han instalado en la Feria de Julio el negocio les viene de varias generaciones atrás. Es el caso de José María Buendia, propietario de la gigantesca noria de 60 metros de altura que goza de mucho éxito entre los visitantes.

Los abuelos de Sebastián Mayoral, gerente de la atracción del «pulpo», también eran feriantes y él sigue disfrutando de esta profesión. En su opinión «este año se prevé muy bueno en afluencia y en este caso los turistas son la clave porque cada vez vienen más».

Pedro Tortosa también es nieto de feriantes y es el dueño del tiovivo que tiene un estilo clásico que sigue atrayendo tanto a niños como adultos. «No es raro que los padres aprovechen la ocasión para subirse», explica. Lo dicho, un río de atracciones para todos.