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Remodelación

Enésimo concurso de ideas para la plaza mayor

Un aparcamiento subterráneo, una fuente luminosa con surtidores o un paseo de palmeras son algunas propuestas frustradas para la plaza del Ayuntamiento

Enésimo concurso de ideas para la plaza mayor

La convocatoria de un concurso de ideas para la remodelación de la plaza del Ayuntamiento que estudia el edil de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi, a instancias del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV) no es la primera que se hace sobre esta, para muchos, infrautilizada plaza que en poco más de un siglo ha sido objeto de tres remodelaciones completas, un lavado de cara y numerosos debates.

El del Govern de la Nau, si finalmente se lleva a cabo, será el tercer concurso de ideas para la plaza del Ayuntamiento, una centralidad urbana relativamente reciente producto del derribo en 1891 del convento de San Francisco y, años más tarde, del barrio del Pescadores.

Las premisas, sin embargo, son ahora muy distintas. Si hace dos décadas la intención del ayuntamiento con la reforma era facilitar la llegada de coches con la construcción de un aparcamiento subterráneo, la intención ahora es totalmente opuesta, esto es, diseñar una plaza lo más peatonal posible, sin tráfico privado y sacando líneas de autobuses, ya que en la actualidad el 37% de las líneas que hay en funcionamiento pasa por esta céntrica plaza con concentraciones de casi cien autobuses a la hora.

Así lo explicó esta semana el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, durante un debate organizado por el CTAV, donde apuntó que ya se trabaja sobre el proyecto, si bien tal como anunció el alcalde, Joan Ribó, no es una obra para esta legislatura, en la que ya se ha puesto en marcha la reordenación de la plaza de la Reina, que también fue objeto de un concurso de ideas, y la de la plaza del Brujas y el Mercat, también pendientes de un concurso de ideas, esta vez impulsado por la Conselleria de Obras Públicas.

El primer gobierno de Rita Barberá convocó en 1993 un concurso para la remodelación de la plaza del Ayuntamiento, entre cuyos elementos se incluía un aparcamiento subterráneo y que contaba con un abultado presupuesto de 7,4 millones de euros.

El concurso lo ganó el arquitecto Javier Domínguez pero el consistorio puso tantos impedimentos (relacionados sobre todo con la presencia de restos arqueológicos del convento) a la hora de construirlo que la empresa constructora (TAU) acabó desistiendo.

Este primer concurso, impulsado por el entonces concejal de Urbanismo, Manuel Castañer (UV), acabó en un cajón por la polémica del aparcamiento, pero eso no hizo desistir a Barberá, que en 1998, entonces con Miguel Domínguez como concejal de Urbanismo, convocó un nuevo concurso al que se presentaron 27 propuestas, de las que se seleccionaron tres, ninguna de las cuales convenció por completo. El ayuntamiento resolvió que los técnicos realizarían una propuesta propia a partir de las ideas aportadas por los arquitectos.

El concurso lo ganaron técnicamente Rafael Lopéz y José Font, con un proyecto que dividía la plaza en dos zonas y contemplaba, de nuevo, un aparcamiento subterráneo. Luis López Silgo y José María Tomás, y el urbanista Jacobo Ríos-Capapé quedaron segundos y tercero.

Entonces se abogaba por una plaza más peatonal y con abundante arbolado, con una explanada central para la mascletà y mobiliario urbano móvil. El entonces arquitecto de la Conselleria de Cultura José Ignacio Casar Pinazo fue el encargado de redactar el informe técnico sobre las propuestas. De aquel concurso nunca más se supo. La esperada remodelación se redujo a un lavado de cara en 2003 que no fue más allá de la repavimentación, la colocación de farolas decimonónicas y la renovación de los puestos de flores. «Un parche de lujo» como lo denominó el arquitecto y urbanística Alejandro Escribano.

En 2009, la alcaldesa y su vicealcalde, Alfonso Grau, volvieron sobre la idea de remodelar la plaza con la instalación de una fuente con surtidores e iluminación en el centro de la plaza. Sería una fuente a ras de suelo que se cubriría para las mascletaes. La idea, según recoge la hemeroteca, se la trajo Alfonso Grau de Chicago, en concreto, de la plaza Daley. También quedó en vía muerta.

Además del condicionante de las fallas y de la presencia de restos arqueológicos, la solución para la plaza no puede dejar de lado las infraestructuras del subsuelo, en especial, la futura construcción del túnel de la T2. El túnel del AVE también atravesaba inicialmente esta plaza, si bien su trazado se desvió por las grandes vías.

Tras el derribo del convento se construyó un parque arbolado con un pequeño estanque artificial. La plaza de San Francisco pasó a llamarse entonces de Emilio Castelar, nombre que perduró hasta el final de la Guerra Civil, cuando pasó a llamarse plaza del Caudillo.

En 1928 el arquitecto Javier Goerlich proyectó una reforma de la plaza que supuso una revolución. Se trataba de una plaza sobreelevada casi cinco metros que separaba y daba prioridad al peatón sobre el tráfico rodado y que habilitaba un espacio subterráneo para el mercado de las flores. La plaza de Goerlich fue bautizada como «la tortada» y apenas duró 30 años. Bajo mandato de Rincón de Arellano, en 1961, fue derribada. Entre los argumentos, que las floristas no estaban a gusto en el mercado subterráneo, cuyo tragaluz con balaustrada era conocido irónicamente como «la escupidera».

Tras el derribo de esta plaza, que sigue suscitando nostalgia, se construyó una plaza de obra dura que durante años funcionó como aparcamiento y que se reurbanizó en 2003 para reordenar los puestos de flores, plantar árboles y repavimentar. El disparo de la mascletà en el centro de la plaza condiciona cualquier diseño de la misma.

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