Como punto de encuentro habitual de personas de todo tipo y condición, la Plaza de la Virgen se convirtió ayer en un espectáculo en sí misma. El que permitió rematar una jornada en la que el folclore propio se trató de hacer un hueco en el trasiego humano. Y entre todos los actos, ninguno como el Sarau de la Fira, un acto que puede crecer más y que, simplemente, necesita promoción tanto para participar como para ver. Es, junto con el piromusical y la Batalla de Flores, uno de los grandes actos de la Fira. No fue la locura del año pasado (el espacio en la plaza también fue menor para incluir el «Castell de Pals»), pero lo que suscitó, sobre todo, fue la curiosidad. Más allá de los que acudieron a verlo porque formaban parte del acompañamiento, el baile a la fresca fue objetivo de infinidad de cámaras de todos aquellos sorprendidos que se encontraron con el festival. Es un acto muy especial, porque uno no se espera ver cientos de personas en bermudas o pantalón corto ejecutando con apreturas si se quiere, pero sabiendo de verdad lo que está haciendo, unos bailes que, no siendo los más espectaculares del mundo, sí que tienen gracia y se nota que requieren cierta práctica. Así fueron cayendo las horas a la intemperie de la plaza como remate de una jornada que había empezado con el «Cant al Ras», una especie de «rap» con ritmos valencianos: se pedía un argumento y se componían las estrofas. Hasta la fiesta del Carmen se sumó con su particular «dansà», más íntima, y de la que alguno de los participantes se sumó después al baile popular.

Al otro extremo de la ciudad, los Moros y Cristianos del Marítim dieron una oferta totalmente distinta a otro tipo de gente, que se encontró con las comparsas cuando menos se lo esperaban.

Hoy se remata el primer gran fin de semana rebañando esa fiesta marítima y la del Beato Gaspar Bono, cuya imagen se moverá cerca de las Torres de Quart.