El turista de Viena puede participar en la temporada de vals. El turista de Nome, Alaska, puede buscar oro y llevarse las pepitas que consigue. El turista de València podría, o empieza a poder, realizar su propia falla, aunque sea en pleno mes de julio. Extender la marca Fallas más allá de los saturados días del mes de marzo es uno de los objetivos que, desde diferentes delegaciones municipales, lleva tiempo planteándose. «Experiencia Fallera» es una de las iniciativas que se han puesto en marcha a través de la Fundación Turismo Val``encia. Mientras la ciudad mostraba sus atractivos de la Gran Fira, un grupo de jóvenes estudiantes alemanes participaron en la elaboración de una falla en el taller del artista Jordi Palanca, en plena Ciudad del Artista Fallero. Una iniciativa que sigue el hilo del Tour de Fallas, que recorre los principales espacios falleros.

Visitar un taller y participar en la confección de un monumento efímero se ha visto ya en los talleres de Benicalap con viajes de incentivos, en los que trabajadores de una determinada empresa se reúnen para reforzar sus lazos de equipo elaborando una falla. Ahora, la nueva «Experiencia» se ha probado con jovenes que combinan el estudio con el turismo.

La primera teniente de alcalde Sandra Gómez aseguraba al respecto que «Las Fallas plasman nuestra identidad y proyectan la autenticidad de nuestra ciudad. Por lo tanto, este tipo de experiencias pueden convertir a Valencia en un destino único y permiten que, quienes nos visitan, conozcan, vivan y disfruten de nuestra singularidad.». La «Experiencia» supone compartir una jornada de trabajo junto a un artista fallero, en su propio taller, durante la cual realizan una maqueta de una falla, una réplica, que luego podrán conservar como recuerdo de València.

Previamente recibieron indicaciones y explicaciones sobre el proceso de realización de un monumento fallero y, a partir de un boceto, tenían que confeccionar su propia maqueta. Como las fallas son creatividad, se anima a los participantes a que desarrollen su imaginación, improvisen y plasmen en sus maquetas sus propias ideas. A partir de ahí empieza el rascado del corcho blanco. Y para que no falte de nada, una vez acabadas las maquetas se entregan dos premios; a la ejecución y al ingenio y gracia (no está contrastado si los veredictos se toman tan a la tremenda como en marzo). De momento, esas creaciones aún no se queman.