La nueva coyuntura de bonanza turística que vive València ha convertido al hotel Sidi, cerrado desde 2011 en plena crisis económica, en una oportunidad de negocio si, finalmente, el Ministerio de Medio Ambiente aprueba la renovación de la concesion solicitada por sus propietarios. Así lo considera el presidente de la Unión Hotelera de València, Ximo Solá, quien asegura que en su día hubo al menos dos cadenas hoteleras de primer nivel que se interesaron por quedarse el hotel, si bien la elevada suma que pedía el propietario por el edificio, sumado al coste de la reforma que se debe realizar en el interior y en el exterior, hizo que la compra del Sidi no prosperase. «Las cosas han cambiado ahora y el hotel está en un entorno natural privilegiado, con una playa única, a solo 15 kilómetros de València y con un campo de golf al lado». «El Sidi puede ser reflotado perfectamente».

El cierre de este hotel, ubicado en el Parque Natural del Saler y durante años emblema del lujo en la ciudad, dejó en la calle a casi un centenar de trabajadores, un empleo directo que podría recuperarse si se abriera el hotel, apunta el presidente de los hoteleros valencianos, quien recuerda que este tipo de hoteles también genera muchos empleos indirectos. Los vecinos del Saler, en este sentido, se han mostrado partidarios de aprovechar la infraestructura y reabrirla como dotación.

Para Sola, el Sidi es «un hotel que puede volver a tener vida, aunque haya que hacerlo casi nuevo y adaptarlo». En sus últimos años el Sidi recibía bastantes críticas por sus instalaciones. Ofrecía una imagen decadente y un punto «kitsch». Las habitaciones estaban obsoletas y fallaban servicios básicos para un cinco estrellas como el aire acondicionado. La recesión hizo mucho daño al sector hotelero, y el hotel Sidi fue una de las víctimas. Ante la bajada de las reservas, los propietarios intentaron darle un giro y convertirlo en un hotel de temporada, lo que degeneró en un conflicto con los trabajadores que acabó dando al traste con el plan y abocando el hotel al cierre.

«La coyuntura ha cambiado mucho», destaca Ximo Solá. Durante la época de grandes eventos «hubo un boom de hoteles de lujo» y con la recesión económica la sensación era que había un exceso de oferta. Sin embargo, el turismo en València ha vuelto a tomar impulso con ocupaciones hoteleras anuales estabilizadas en un 70-75%. Unas buenas cifras, apunta Solá, quien destaca que «si se cumple el plan estratégico» del turismo que impulsa el Ayuntamiento y «se crece ordenadamante y se diversifica» reforzando sectores como el turismo de congresos, los hoteles de la ciudad volverán a tener viento de cola.

El futuro del hotel, construido al socaire de los planes del desarrollismo para urbanizar el bosque de la Devesa, divide a los socios del Govern de la Nau que no se han pronunciado, a juicio de la Demarcación de Costas, con suficiente contundencia en los informes recabados para la renovación de la concesión de los terrenos del hotel, que quedó hace unos años dentro de la zona de dominio público marítimo terrestre, instada por los actuales propietarios, las entidades Caixabank y BBV.

La más contundente ha sido la delegación de la Devesa, con Sergi Campillo al frente que ha reclamado al ministerio el derribo del hotel y la regeneración del cordón dunar sobre el que se construyó. Desarrollo Urbano nformó de que el hotel estaba fuera de ordenación sustantivo y al final de su vida útil debería derribarse. El concejal del ramo, Vicent Sarrià, advirtió de que en esa situación no se darían licencias para rehabilitar el edificio. La concejala de Turismo, por su parte, Sandra Gómez, apostó en su día por mantener el hotel. Al debate se ha sumado la actual portavoz de València en Comú, María Oliver, partidaria igual que Campillo y Sarrià del derribo de este edificio, más deteriordado a medida que pasa el tiempo.