Resultará extraño; pero en los años ochenta pudimos tener esta experiencia que, como español y valenciano, resultó emotiva.

Ocurrió en la localidad francesa de Vannes, donde falleció San Vicente Ferrer y donde se conserva su cuerpo. Desde los antiguos alumnos del Colegio Imperial vinieron a la agencia Efe a anunciarnos que desde aquella localidad habían decidido donar al Colegio -ya trasladado a San Antonio de Benagéber, tras dejar su centenario local del centro de València- un brazo del cuerpo del Patrón. Esto, a los sacerdotes del Colegio, a los alumnos y a los antiguos alumnos les produjo una emoción mayúscula, y prepararon una expedición de incondicionales para asistir a la memorable ceremonia.

Tras emitir el anuncio en una crónica por la conocida agencia, en seguida nos llamaron desde la central, en Madrid, para proponer que se diera una información detallada de la ceremonia de entrega. ¿Y cómo?

-Pues marchándote en esa expedición.

La propuesta era emotiva; y, así, nos inscribimos en la peregrinación, en la que, entre antiguos alumnos y profesores, iba el entonces presidente de la Asociación Vicentina, el que también había sido -entre otros cargos- concejal de Fiestas del Ayuntamiento, Juan Bautista Martí Belda.

Una circunstancia nos hizo adelantar el viaje. Pues desde la central de la agencia informativa nos volvieron a llamar para decirnos que dos días antes jugaba el Valencia C.F. un partido europeo en Nantes, a pocos kilómetros de Vannes. Así que, en vez de viajar de ida con los peregrinos vicentinos, fuimos primero a presenciar el partido nocturno y, después por la mañana tomar el tren para asistir a la ceremonia de entrega de la reliquia.

Y aquí es donde surge el motivo del titular de esta crónica. Porque la impresionante ceremonia en el templo, donde se efectuó la entrega, se ofició una Misa que resultó curiosa; porque se utilizaron nada menos que ¡seis! idiomas. Con celebrantes de ambos países, hubo preces en francés y en español -dos lenguas-; pero también en valenciano y en bretón -otras dos-; y, por último, no faltaron preces en latín y en griego, como «kirie»- otras dos-. En total, pues, seis idiomas en una misma ceremonia religiosa celebrada a cientos y cientos de kilómetros de Benagéber.

De regreso, ya con los peregrinos de San Vicente, hubo una parada en Zaragoza, donde en la Basílica de El Pilar se celebró también una misa en homenaje al Patrón valenciano. Y, así, la reliquia del Padre Ferrer llegó y permanece en su colegio titular.