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Los últimos hitos de València

La ciudad todavía conserva unos pocos puntos kilométricos del «Plan Peña», aunque sólo dos están en un aceptable estado

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Los hitos kilométricos de la ciudad de València

La reinauguración de las obras de la variante de Benissa ha devuelto la imagen de una reliquia del pasado. El señuelo conmemorativo es una reproducción de los antiguos mojones que, a lo largo de las décadas, señalaron los puntos kilométricos de las carreteras y que acompañaron a tres generaciones de conductores. Inconfundibles por sus más que respetables dimensiones: bloques de granito de un metro de altura con colores no menos característicos: rojo para carreteras nacionales, verde para las comarcales y amarillo para las locales.

Forman parte del Plan General de Obras Públicas de 1940 «Plan Peña», en recuerdo a su autor intelectual, el primer ministro de Obras Públicas del franquismo, Alfonso Peña, un ingeniero de caminos civil que estableció las reglas de la ordenación de las carreteras y creó, en los caminos de hierro, la Renfe. El «Plan Peña» establece el precepto básico durante décadas en la red de carreteras: la estructura radial que, partiendo de la Puerta del Sol, extendía seis brazos desde Madrid a, sucesivamente, Irún, Barcelona, València, Cádiz, Badajoz y A Coruña, numeradas del uno al seis.

Estos puntos kilométricos fueron sustituidos a finales del pasado siglo por placas metálicas menos aparatosas. Miles de ellos fueron retirados o, simplemente, fueron languideciendo. Tan sólo algunos de ellos han sido recuperados como piezas arqueológicas. Liberados, a pesar del tiempo en que fueron colocados, de cualquier connotación política, se han puesto en valor, llegando a ser considerados elementos de valor histórico de lo que es el transporte en carretera. Se les compara con el Toro de Osborne, los azulejos de Nitrato de Chile, los postes telefónicos en forma de horquilla, los quitamiedos de cemento o las señales de «Paso sin Guarda/Ojo al Tren» de antiguos pasos a nivel.

Los mojones han tenido distinto destino final. En algunas ciudades se han rehabilitado como elementos ornamentales en parques. En otros casos han quedado en su emplazamiento original o casi original. Otros se descubren semienterrados y todos en diferente estado de conservación. Es tanto el interés que suscitan estas piezas, que incluso existe una página web especializada en recopilar y catalogar los hitos.

València todavía conserva hitos kilométricos del «Plan Peña». Porque la ciudad no era tal ciudad hasta hace medio siglo y lo que ahora son calles eran carreteras. La construcción no ya de nuevas fincas, sino de barrios enteros engulleron los antiguos caminos.

La ciudad estaba atravesada en su día por la Carretera Nacional 340, Cádiz-Barcelona. Hay que tener más de 50 años para recordar que para entrar a València por el sur había que cruzar las travesías de Silla, Beniparrell, Albal, Catarroja, Massanassa, Benetússer, La To-rre y llegar hasta la calle San Vi-cente. Después, la vía reaparecía en la antigua «Carretera de Barcelona», hoy a-venida de la Cons-titución. Nada que ver con la Pista de Silla y la auto-vía de Sagunt actual.

En ese antiguo trazado se conservan cuatro hitos. Algunos no dejan de ser, por su pésimo estado de conservación, casi un estorbo. Con otros se ha tenido la delicadeza de restaurarlos y lucen cumpliendo ese papel de vestigio del pasado. Tres se conservan en el centro de la ciudad y uno en Casas de Bárcena, precedido de los que todavía se pueden contemplar en Tavernes Blanques y Bonrepòs i Miram-bell. Son los únicos mojones rojos que se pueden ver en la ciudad. Pero también se conservan los tres primeros puntos kilométricos (0, 1 y 2) de la comarcal 234 que, comenzando por lo que hoy es avenida de Burjassot, llegaba hasta Ademuz. Una carretera que dejó de ser tal cuando se construyó la «Pista de Ademuz». El kilómetro uno se levanta junto a una moderna tienda y el dos, junto a la pared del Parque de Benicalap. Los tres están en mal estado de conservación.

Los mojones sólo tienen dos destinos: su restauración como tes-tigo del pasado o su destrucción. Afortunadamente para el patri-monio histórico, se trata de elementos demasiado pesados como para ser robados. De momento, languidecen.

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