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"Eixiren a nos tots los sarrains e les sarraines ab gran alegría"

"Eixiren a nos tots los sarrains e les sarraines ab gran alegría"

Paterna se asienta sobre un cerro coronado por su esplendorosa y grácil Torre. Sus moradores se subieron a sus empinadas laderas para dejar libre la llanura para la agricultura, tapiz verde que se extiende hasta la ciudad. La Torre, con sus cuevas apiñadas en su derredor, es signo de identidad histórica civil del pueblo, rivalizándole en importancia su otra gran seña, la religiosa, el Cristo de la Fe, admirado, querido y visitado -«A visitaros venía/ Vicente nuestro Patrón,/ según pía tradición/ lo acredita aún en el día» - por San Vicente Ferrer.

En honor de sus devociones religiosas señeras, Paterna celebra fiestas los últimos días de agosto. En muchas calles de la población hay plantas bajas sedes sociales de peñas, comparsas, asociaciones,? que vibran emotivamente al compás del ritmo moro y cristiano. Moros y Cristianos, «cordaes» y hasta Jocs Florals. Un año me concedieron la Torre de Oro de Poesía.

Las de Moros y Cristianos tienen la singularidad de ser pacíficas; aquí no hay asedio, asalto, ni toma del castillo, no hay guerra. La recreación de la conquista de Paterna por las tropas cristianas es fiel a la historia.

Los moros de Paterna eran grandes artistas cerámicos. La industria alfarera local -principalmente obra comuna de terra- era muy fuerte, había muchos alfares y el negocio iba viento en popa, pues exportaban a toda Europa.

Pactaron con el monarca aragonés que Paterna sería suya sin que ellos opusieran resistencia, a cambio le pidieron les respetara en sus negocios, leyes, costumbre y religión. Jaime I aceptó la propuesta, dio su palabra de respetarles y la cumplió. Simplemente se cambió el titular del Señorío.

En el fondo puede que en la consciencia del colectivo muslim estuviera el recuerdo de la derrota que les infligió en 1065 Fernando I de Castilla con ocasión de asediar la ciudad de Valencia. O cuando los repasó El Cid en 1094, cuando con motivo de sitiar la ciudad fijó residencia en Paterna.

Lo cierto es que en 1237 llegó Jaime I a Paterna «e eixiren a nos tots los sarrains e les sarraines ab gran alegría, e dixem los quals fariem be, e quals affranquiriem per dos anys per el mal que haviem pres», cuenta la Crónica Real. Aquella entrega y toma pacífica fue instrumentalizada políticamente por el monarca y logró desmoralizar a los moros de Valencia minando sus ansias de resistir.

Visitas de Sant Vicent Ferrer

Cristianos y moros estuvieron por mitad en Paterna, después de la Reconquista. Costó mucho cristianizar a los moriscos. San Vicente Ferrer se empleó a fondo en esta misión y, siempre que aparecía por Valencia, iba a Paterna a predicar. San Juan de Ribera -plantó parroquia ´ipsum etiam mahometanum templum´ - regaló al pueblo una imagen de Cristo en el intento de que dejaran de creer en Mahoma, como era su costumbre, muy similar al que donó a la parroquia de Santa Mónica de Valencia, y con la misma advocación, Cristo de la Fe.

La Torre que preside Paterna fue obra de los moros, según Martínez Aloy, aunque hay quien, como su amigo Sanchis Sivera, la sitúa en época romana. Los militares del siglo XIX se percataron de la estratégica posición de Paterna respecto de la capital y situaron allí varios cuarteles y regimientos de Infantería y Artillería y el Ayuntamiento cedió la Torre al Ejército para utilizarla como medio de comunicación de señales en sus operaciones y maniobras.

Cerca de la Torre, co- coronando el cerro está el palacio señorial, hoy Ayuntamiento de Paterna, que llegó servir de hospital de los soldados heridos y enfermos que venían de la Guerra de Africa, gracias a haberlo dispuesto así su dueño Enrique Trénor Montesinos, conde de la cercana Vallesa de Mandor.

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