«Cada uno de vosotros llega de un sitio distinto, pero cuando salgáis de aquí cogidos de la mano ya no seréis dos, seréis un sólo espíritu», recitaba uno de los curas que oficiaba la primera boda católica y ortodoxa en la Parroquia San Valero y San Vicente Mártir del barrio de Russafa. Y es que en esta boda todo era doble: dos sacerdotes de dos nacionalidades distintas (rumana y española), dos idiomas, dos familias y dos religiones (católica y ortodoxa).

Álex es de origen rumano y de religión ortodoxa y Jessica es española y católica. Ambos consiguieron ayer lo que, a día de hoy, parecía imposible: entrelazar dos ritos en un mismo acto y sala.

Los asistentes de parte del novio se encargaron de hacer llegar vino y fursecuri a la ceremonia, una especie de galleta que, con tres bocados empujados por tres sorbos de vino, oficiaban el enlace ortodoxo.

Las coronas ortodoxas chocaban con la imagen de un cura repartiendo la hostia consagrada, esta vez sin vino, y largas velas adornadas con flores, que los padrinos llevaban en señal de la luz y la unidad de la familia, se iban consumiendo a medida que pasaba la velada.

Tanto la parte del novio como el de la novia respiraban plena felicidad. «Nunca hubieron riñas por esta ceremonia, si ambos querían casarse y la Iglesia permite que dos religiones se junten, no veo qué problema podría haber», comentaba una amiga de la novia.

Aunque un traductor era necesario para que ambas partes no perdiesen ni una sola palabra del enlace, la única tensión que se notaba en la boda era la de los propios novios por el paso que iban a tomar en sus vidas.

Al final del enlace, los dos jóvenes recién casados se quitaron de encima la bata blanca que unió a ambos en el paso de la ceremonia. Y es que esta boda ha unido más que a dos personas, ha unido dos religiones.