«Llegamos a la última partida con empate a victorias. El que ganara ésta se llevaba el título. Empezamos mal y ellos se pusieron 168-293 (la victoria se consigue con 350 puntos). Conseguimos remontar y nos pusimos por delante 294-293. Pero seguimos igualados y después de una hora y tres cuartos llegamos a la que iba a ser la última partida: íbamos 347-344». José Miguel Calap relata como si aún estuviera en la mesa de la villa de Candas. Enfrente suyo, su compañero Javier Llorens. A los lados, los jugadores del equipo de Sevilla contra los que se juega el campeonato de España de dominó.

Los sevillanos tenían, entre ambos, cinco cuatros y seis «pitos». «Era una partida complicada, pero la jugamos muy bien». Estaba en juego la supremacía y un observador poco versado podría llegar a pensar que estaba todo perdido: «hubo un momento en el que a un jugador de ellos le quedaba una ficha y al otro, dos, mientras que a nosotros nos quedaban ocho. Añádele que había terminado todo y que sólo quedaba esta partida. Teníamos setenta u ochenta personas a nuestro alrededor. Fui yo quien cerró la partida». Y la euforia se desató. Herme Gil, Jaime Martínez, Ramón Orcajada, Fernando Ballester, Felipe Valcárcel, Pascual Fajardo, Paco Garrido, Alberto García, Mario Ros, Javier Hernández, Alex Romero, Dani Valcárcel, Juanma Moya, Emilio Miguel, Juan torneo, José Vicente Mauri, José Miguel Calap, Javier Llornes y José Luis Ramírez repitieron la gesta de 2014 y 2015.

En un tiempo donde los entretenimientos digitales se imponen, un grupo de románticos («en València tenemos 300 licencias») siguen apostando por el juego de sobremesa por antonomasia. «En algunas autonomías se le considera deporte. Aquí todavía no.». Y los valencianos, muy dados al asociacionismo, lograron el éxito con los 19 jugadores del equipo Roqueta-Arrancapins. «En semifinales ganamos a Tenerife, que puede tener perfectamente dos mil licencias». 10-3, casi un España-Malta ¿Cómo se consigue dominar el dominó? «Tiene el encanto de que te puede ganar cualquiera porque tiene mucho componente de suerte. Esto, en ese sentido, no es ajedrez. Te puede caer una mala mano y no puedes hacer absolutamente nada». Aunque resulta evidente que el jugador avezado es capaz de saber, casi de forma adivina, qué juego llevan los contrarios. «En el dominó somos una familia, con nuestras rivalidades, pero lo llevamos bastante bien». El gran reto, que ocurra lo mismo que en su equipo: «que haya jóvenes, como nuestros dos jugadores campeones de 18 años».