Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Hacia la zona acústicamente saturada

Los vecinos del casco histórico del barrio piden al ayuntamiento que no dé más licencias a locales de ocio - El «botellón» y las terrazas marcan la vida en la calle

La efervescencia de Benimaclet le debe mucho a los jóvenes. La proximidad de las universidades públicas convirtieron hace años este barrio en el preferido de los estudiantes. Su presencia, además, ha servido para que el decimocuarto distrito del «cap i casal» se convierta en uno de los más inquietos culturalmente hablando, con decenas de propuestas que invaden cada fin de semana la trama urbana. Aquel pueblo de labradores, incorporado a València a finales del siglo XIX, mantuvo a salvo su coqueto centro histórico, gracias a la poderosa acción vecinal. Pero el equilibrio social de Benimaclet se ha visto perturbado en los últimos años por el fenómeno del botellón y la proliferación de las terrazas de los bares, que han degradado la convivencia en las calles y el descanso de los vecinos.

Más de 40 bares y locales de ocio y creciendo. Este mes el Ayuntamiento de València ha concedido dos nuevas licencias de apertura en el centro histórico de Benimaclet, lo que ha colmado la paciencia de los vecinos del populoso barrio. Ni siquiera la recién estrenada Unidad de Convivencia y Seguridad (UCOS) de la Policía Local ha apaciguado los ánimos de unos ciudadanos -los que viven en el entorno de la plaza de Benimaclet, la calle Murta o Sant Esperit- cansados del ruido, de la suciedad y la juerga en la vía pública hasta altas horas de la madrugada. El botellón en este barrio se ha convertido en una de sus tristes señas de identidad, hasta el punto que su fama, denuncian, «actúa como efecto llamada».

«Si no se ataja el botellón y se pone coto a las terrazas de los bares nos vamos a ver obligados a solicitar la Zona Acústicamente Saturada. Y no queremos hacerlo, porque la zona ZAS es la demostración del fracaso y la necesidad constante de presencia policial para que se cumpla. Y no nos gusta», explica Antonio Pérez, presidente de la Associació de Veïns de Benimaclet.

La trama urbana del centro histórico «invita» al desarrollo de este fenómeno del botellón, ya que existe un gran número de calles peatonales. Fue una victoria vecinal de finales de los 70, cuando el ayuntamiento accedió a proteger este entorno. Durante la redacción del Plan Especial de Reforma Interior del Núcleo Histórico de Benimaclet, la AVV Benimaclet presentó diez alegaciones al proyecto, una de las cuales, que fue rechazada. Precisamente ésta ahora cobra mucho sentido. «Nuestra propuesta solicitaba la declaración de zona de interés cultural, primando las actividades artesanales, exposiciones, antigüedades, alimentación?, limitando al máximo las actividades molestas e insalubres, y aquellas proclives a ocasionar contaminación acústica. Hoy se demuestra que estábamos en lo cierto», se lamenta Antonio Pérez.

Todo empezó la con la ley antitabaco, ya que todos los restaurantes aprovecharon para montar terrazas con el beneplácito de una Administración que calmaba así los ánimos de los hosteleros. Los bares se instalaron en las calles. Lo que se ganó en salud por una parte, se perdió por otra. La paulatina cesión del espacio público a la restauración ha ido degenerando en otros problemas, como el botellón. «En los últimos tres años se ha disparado el asunto», explican desde la entidad vecinal. La mayor parte de los locales no cumple con la normativa. Una minoría sí, pero el resto no, sobre todo con los horarios de cierre. Y cuando comienzan a recoger lo hacen sin ningún tipo de cuidado, arrastrando mesas y sillas para mayor desespero de los vecinos que viven justo arriba», explican el portavoz de los vecinos.

La zona peatonal que forman la plaza de Benimaclet, la calle Murta y Sant Esperit son la zona cero de este conflicto que ha comenzado a organizar a los vecinos: cada viernes se han propuesto concentraciones de rechazo.

En el horizonte planea la petición de zona ZAS. «Ya advertimos al anterior gobierno del PP que tenía que dejar de dar licencias para bares, pero no lo conseguimos. Desde el primer día del nuevo gobierno, le pedimos que los locales de ocio no fueran a más, pero la ordenanza no están de nuestro lado. Con una zona ZAS sí que hay normas para evitar la concentración de bares, 65 metros de distancia para los no tienen ambientación musical y 135 metros para los que la tienen y han de ser insonorizados. Así que no habrá más remedio que planteárnoslo», lamenta Antonio Pérez.

Para el presidente de la Associació de Veïns la solución solo pasa «por poner coto a las terrazas y contar con mayor presencia policial». «Antes decíamos aquello de menos policía y más educación, pero hoy nos sorprendemos nosotros mismos de pedir más policía, porque es la única manera de acabar el botellón», se sincera Pérez. Aún así, la policía local viene, los jóvenes se van, pero montan la fiesta en un descampado de la calle Mistral, es decir, el problema pasa de una zona a otra», explica el representante vecinal.

Antonio Pérez asegura que el botellón es un fenómeno «que cada vez practican personas más mayores, hasta de 50 años, pero lo que más nos duele -hace hincapié- es el abuso entre la gente más joven. Cada vez se ve a más niños bebiendo», denuncia.

Compartir el artículo

stats