Con el paso del tiempo, el rito de llevar flores a los difuntos que comenzó para eludir los fuertes olores de la putrefacción cuando los velatorios se hacían en casa, se sigue realizando cada año en el Día de Todos los Santos.

Sin embargo, cada vez son más los que deciden pasar por alto hacer el paseo al cementerio cada 1 de noviembre y lo adelantan unos cuantos días. Como Consuelo, quien reposaba en uno de los bancos situados en frente del nicho de su marido mientras pareciése que hablaba con él. Tras un suspiro, recogió las flores ya marchitas del búcaro y las metió en la bolsa donde traía un ramo recién cortado. Después de colocarlo, sonrió hacia su marido y volvió sobre sus pasos para salir de un cementerio que "casi parece un laberinto", mascullaba. "Si hubiese venido el día uno, no habría podido ni siquiera ver la foto que lleva en su tumba", contaba.

Fran Sanchis, uno de los trabajadores que vende flores a la puerta del cementerio, cuenta cómo cada año son menos los que llegan al cementerio el día 1 de noviembre y más los que lo hacen varios días antes. "De todas formas, cada año viene menos gente a comprarnos flores. Supongo que prefieren poner ramos artificiales para no tener que venir cada semana a cambiarlas o, simplemente, la tradición está decayendo", explicaba.

Amparo, sin embargo, contaba cómo, cada año, vuelve al cementerio por estas fechas para renovar las flores de los nichos: "Llevo viniendo desde que era pequeña. La costumbre siempre fue comprar un gran ramo artificial para que la tumba quede adornada durante todo el año, pero también suelo comprar un pequeño ramo con flores naturales".

Amparo narraba cómo a sus padres siempre les agradó el campo, pero nunca tuvieron ingresos suficientes cómo para tener una casa allí, por lo que crea la composición del ramo escogiendo aquellas flores "más silvestres" que recuerden a la naturaleza. "Margaritas y amapolas nunca pueden faltar. Es la manera que tengo de hacer que, por fin, se encuentren donde siempre quisieron estar", añadía.

Para Eva, quien iba a llevar flores a la tumba de su abuela fallecida hace ya dos años, la elección del ramo también representaba una ofrenda para el ser querido al que va a dejarlo: "He escogido colores como el rosa o el blanco porque son los que le gustaban a ella", contaba con un hilo de voz.

Así, los coches se amontonaban en la puerta del cementerio y los autobuses de la EMT descargaban a cientos de personas que adelantaban, por unos días, el velatorio anual.