«Mira dónde ha ido a parar mi condesa». Una frase entrecortada por la emoción que resume años de trabajo y que supone un hallazgo de valor histórico para València y que ahora va a ver la luz. El grupo Verum Valentia ha localizado, tras una investigación patrocinada por Levante-EMV, la tumba de Josefa Inés Paulín de la Peña, la Condesa de Ripalda, el personaje central de una de las familias más importantes de la historia contemporánea de la ciudad de València. Una rama extinguida que, sin embargo, entronca con gran parte de la nobleza de esta ciudad. Por primera vez van a salir a la luz documentos, historias e imágenes nunca vistos hasta ahora a lo largo de una serie que Levante-EMV publicará en rigurosa primicia en sus páginas a partir del domingo, 24 de diciembre, y durante las fiestas navideñas, coincidiendo en el tiempo con el final del año en el que se cumplen cinco décadas de la demolición del Palacio de Ripalda, uno de los elementos arquitectónicos emblemáticos de la València decimonónica.

El trabajo surge como prolongación del relato realizado por Pilar Martínez Olmos para el libro «30 mujeres fascinantes en la historia de València», de la editorial solidaria Vinatea. Pilar (ella es la que exclama la frase inicial) es una de las tres integrantes del equipo Verum Valentia, que se completa con Paco Gascó y Arturo Cervellera, y ha sido la artífice de este «algo más» que, a base de mucho esfuerzo, ha ido descubriendo más y más detalles de la vida de doña Josefa, de sus dos matrimonios, sus vidas, obras y avatares.

El grupo Verum Valentia colabora con Levante-EMV desde hace años con trabajos semanales bajo el título «La Valencia de ayer» y mensuales bajo su propia denominación.

La hija del indiano

El remate a esa singular biografía fue el hallazgo reciente de su tumba en un pequeño cementerio de París, enterrada junto a su hija Clotilde y sus consuegros, los señores de Case.

Josefina Inés Paulín de la Peña nació en Cullera el 28 de enero de 1825. Era una de las hijas de Mariana Peña Sánchez y Roque Paulín Quijano. Él, un indiano que hizo fortuna desarrollando la carrera militar en ultramar. Darán a sus hijas una esmerada educación y su buena posición económica les permitirá alternar con la nobleza de la gran ciudad.

«Una vida con luces y sombras»

¿Qué es lo que hace a la Condesa de Ripalda tan especial? El equipo coincide en unas coordenadas que fascinarán al lector. Es una gran desconocida «en contraste con ese palacio que todos conocemos, lo hayamos visto in situ o no. Es una persona que nunca tuvo nada o prácticamente nada propio, pero que supo manejar el tiempo que le tocó vivir. En unas condiciones sociales que, ahora mismo, nos parecerían imposibles, por no llamarlas inadmisibles». Incluyendo precisamente esa casi predeterminación para casarse «o casarla» a los 15 años. Vamos a descubrir «una biografía con luces y sombras. Alguien que viviría con amargura cómo se le morían tres de sus hijos, una tragedia para la que ni siquiera existe nombre». El relato nos llevará a esa València isabelina, nos conducirá a su primer matrimonio con Antonio María Romrée Cebrián, Conde de Romrée, una rama nobiliaria procedente de Bélgica. Y a las segundas nupcias con un primo lejano de Antonio: José Joaquín Agulló Ramón, Barón de Tamarit, Marqués de Campo Salinas y VI Conde de Ripalda. Este personaje es ciertamente importante en la València borbónica del siglo XIX. Hombre emprendedor en una València que empezaba a tener noticias de la Revolución Industrial, pero que sigue siendo una ciudad agrícola. El conde es cofundador de la Cruz Roja, introduce en el territorio valenciano el cultivo de la mandarina y es presidente de la Academia de San Carlos y de Amigos del País y senador vitalicio.

«Como mayordomos de la Casa Real, doña Josefa alcanzará la condición de cortesana de Isabel II. Enviudará por segunda vez en 1876. Pocos años después auspiciará la construcción del que acabaría siendo Palacio de Ripalda, pero del que era beneficiaria su hija Dolores». Y Pilar Martínez subraya que esa construcción emblemática «lo es por la leyenda que ha dejado como imagen icónica, pero su valor arquitectónico era bastante menor». Sabremos el motivo.

Un mundo de intrigas

Al buen entendedor le sorprenderán episodios que darán que pensar. Asignación de herencias, personas desconocidas que aparecen de forma inesperada en el reparto. Un mundo de intrigas, amores y desamores en pleno Romanticismo. Los tres investigadores reconocen que han procesado «una cantidad enorme de documentos, procedentes de los lugares más insospechados». Pero no hubo algo más emotivo que esa búsqueda por 22 cementerios de París y ese desplazamiento para espigar uno por uno en aquellos que no tenían registro informático. Hasta el momento en que, en un rincón de un apartado y ya clausurado cementerio de la zona noble de París, aparece ese frío panteón con su nombre y su título, «Comtesse Douairière de Ripalda», Condesa Viuda de Ripalda. «Fue un momento tan emocionante que no pude contener las lágrimas», exclama.

Con otra particularidad: «la investigación sigue abierta. Cualquier dato enriquece el relato». Una historia que relacionará la historia de estos Ripalda con buena parte de nobleza de la ciudad.

«Es un personaje del que algunas cosas te gustan, pero otras por las que sientes auténtica antipatía. Es una persona que tiene marcado el destino desde la niñez, sin posibilidad de modificarlo, y que entra en esa sociedad sin perderle la cara». Sobrevivirá doña Josefa a don José durante 19 años hasta que cae enferma y acabará buscando atención médica en París, donde la acogen su hija Clotilde y sus consuegros. Allí fallecerá a los 70 años, seguramente de cáncer, un 1 de octubre de 1895. Y allí ha sido encontrada. El final del camino, o el punto y seguido, que regresa más de 120 años después.