Ciutat Vella es un distrito mágico porque la cantidad de historia impregnada en cada edificio, estrecha calle o pequeña plaza. Por mil paseos que le dediques, siempre te sorprenderá con una nueva huella de la València de hace cien años, dos siglos o cinco.
Existe un lugar que es algo así como un cruce de caminos, el punto de encuentro de hasta tres barrios hipnóticos por su belleza y pasado. La Seu, El Mercat y El Carme se seducen en la cruz que forman la calle Salinas, Cavallers y Abadia de Sant Nicolau.
En esta «milla de oro» de la historia de la ciudad encontramos la bella plaza de Sant Nicolau, tranquila, amable y acogedora, y también restos de la muralla árabe en la calle Salinas que sorprenden a vecinos y turistas por su estado, envuelta en una malla verde para evitar desprendimientos y que su legado acabe por los suelos.
La plaza de Sant Nicolau recibe el nombre por la iglesia, uno de los grandes tesoros de la ciudad y que no necesita presentación. Pero nos quedamos en su plaza, en ese remanso de paz absoluto al que el único pero que se le puede poner es que el arbolado no tenga todavía suficiente porte como para ofrecer una buena sombra. Por lo demás, es un lugar poco transitado, tan solo por devotos, funcionarios y alguno de los afortunados vecinos de los edificios aledaños. Entre ellos brilla una poderosa construcción de cuatro alturas, de color ocre intenso e incluso con frescos en su fachada.
A penas dos cientos metros antes, caminando por la calle Salinas, el paseante descubre parte de lo que fue la muralla árabe de València, un enorme lienzo situado entre los números 15 y 19 de esta vía que parece olvidado por los gestores de la ciudad. Con unos dos metros de ancho y mil años de historia, una malla verde trata de salvaguardarla de nuevos desprendimientos. Existe un plan global para recuperar con 4,4 millones de euros los diferentes restos de la muralla árabe de la ciudad, pero ahora falta pasar a la acción.
