La de Sant Antoni es una fiesta-milagro. Y, posiblemente, la que más mérito tiene en su género de cuantas se celebran en la ciudad a lo largo del año. Porque son muchas, miles, las personas que se dan cita para participar o presenciar la bendición de animales domésticos y la exhibición de carruajes.

Y lo hacen con una particularidad esencial: ayer, como el año pasado y como ocurrirá en 2019 y 2020, se celebrará en día no festivo. A pesar de ello, la gente se acerca a ver el espectáculo. Bien es verdad que buena parte de los asistentes son gente del barrio (tiene mucho de "fiesta patronal"), y que las asociaciones de la zona ayudan.

Y que la otra parte de los protagonistas, los labradores, se lo toman como un gran acontecimiento: volver a la capital y hacerlo con el carro y el «aca» y los jinetes de doma disfrutan de una exhibición en plena calle. Pero el mérito es indudable. También hay no pocos ciudadanos del resto de barrios que se acercan a vivir un momento que simboliza, además, según el presidente de la hermandad antoniana, Miguel Albors, «la fiesta de cumpleaños para todos ellos».

No para los caballos, que cambian de edad el uno de enero, pero sí para aquellos con quienes no está del todo claro cuando decidieron compartir su vida con otros animales, los teóricamente racionales. Aunque muchos de esos había ayer, porque mucho amor hay que tener para sacrificar una mañana para acercarse y vivir ese momento. Una matinal más agradecida que la del año pasado y que hizo las delicias de los asistentes.

Y así fueron desfilando, mientras los sacerdotes se afanaban en bendecirlos, todos los animales de compañía imaginables. Con amplio, amplísimo, predominio de los perros. Se mantiene un cierto orden natural, porque detrás van los gatos. Pero detrás ya venían los animales de jaula (siempre tan cuestionable, en este caso, su régimen de vida) y un amplio abanico de especies que reptan, roen. Y tortugas y hasta un saltamontes que llevaban un niño.

Luego llegaron las cabalgaduras (es increíble el narrador, que conoce a todos y cada uno de los labradores y particularidades de cada cabalgadura), los asnos y mulas, los caballos de doma, las unidades policiales y todo aquello que tiene pelo y pata. Modernidad y tradición con los labradores que volvían a la capital a desfilar con su carro mientras inmortalizaban la imagen en modernos dispositivos electrónicos.

Todo ello con su argot. Tresillo, tronco, «aca», limonera... y el enjaezado tiro de la Asociación Nacional Mula Española, venidos desde Tomelloso y que vinieron barrocamente enjaezados. «¡Ni en el Carnaval de Tenerife veréis algo así!» decía el locutor.

«Desde que los primeros 17 antonianos iniciaron en 1953 esta fiesta ha ido creciendo aquí y se ha llevado a los pueblos. Por eso siempre la celebramos el día 17» decía el presidente, Miguel Albors. A partir de ahora, el patrón de los animales se extenderá por todas las poblaciones.