Luis Enrique Vicente tendrá que esperar unos años para que sus padres, Luis y Neus, le expliquen que tuvo un bautizo especial. Para la ocasión se «convirtió» en San Vicente Ferrer, transportado en el tiempo.

Su bautizo será la recreación que el altar vicentino de la Pila Bautismal realiza todos los años el día de San Vicente Mártir. Porque, hay que recordar, el célebre predicador dominico se llamaba Vicente por recibir las aguas bautismales el mismo día de la fiesta del patrón de la ciudad.

Luis Enrique, Vicente, es un deseadísimo primogénito de sus padres y tiene cinco meses de edad. De él destaca su madre que «es muy bueno y, sobre todo, se ríe muchísimo. Es una delicia. Le encanta escuchar música, es muy curioso y le encanta mirar y tocar todo lo que tiene a su alrededor».

Su bautizo aún tendrá un mayor parecido con la realidad: su padre, como Guillem Ferrer hace 668 años, también es notario. «Conocíamos la tradición del bautizo y conocemos a gente del Alta y preguntamos la posibilidad de que fuera nuestro hijo. Cuando nos lo confirmaron fue una alegría enorme», asegura Neus.

El bautizo vicentino es un espectáculo en la calle. El chiquillo irá en un coche de caballos, con los padrinos, y sorprenderá a los viandantes por la comitiva que le acompañará: las autoridades medievales de la ciudad, incluyendo el virrey y la virreina. Llegarán a San Esteban y allí se le bautizará, con la esperanza de que se cumpla la creencia de que «bautizándole en la Pila se le protege de sufrir accidentes». Además, San Esteban es el patrón de los notarios.

Neus cumplió con otros ritos muy valencianos: «cuando estaba embarazada dí las nueve vueltas a la Catedral y el parto fue buenísimo. Tendrá cuatro padrinos: dos por parte del Altar, la hermana de la madre y el mejor amigo del padre. Este último le ha traído agua del río Jordán tras un viaje a Jerusalén. Y habrá más: «en Fallas desfilará en la Ofrenda».