La publicación del mapa de ruido de 2017 el pasado viernes dejó patente que hay distritos como l'Eixample o Extramurs que siguen liderando, muy a su pesar, este ránking. Además, dentro de ellos hay barrios como el de Russafa donde, además del tráfico (que es lo que mide exclusivamente este mapa de ruido) hay muchos otros problemas que inciden en la contaminación ambiental, en conflictos vecinales y en problemas de convivencia casi a diario como son el exceso de terrazas y de pubs o discotecas, el botellón, entre otros.

Una de las plataformas vecinales más activas contra estos problemas es Russafa Descansa. Sus denuncias tanto a través de las administraciones competentes, como mediantes redes sociales, son habituales, así como su reclamación, hasta ahora desestimada, de que el barrio sea declarado como Zona Acústicamente Saturada (ZAS).

Su portavoz, Josep Martínez, lamentaba ayer a Levante-EMV que el consistorio desestimara en su día otorgar esta declaración y recordaba que está recurrido por vía judicial.

Criticaba que entre los motivos de la desestimación estaban que «se están haciendo cosas» y que entre ellas, al parecer, había medidas como pedir la competencia de sanciones como el cierre de locales por incumplir horarios, que todavía no se ha llevado a cabo.

Así como otras como limitar la apertura de nuevos locales: «esta respuesta es de 2014 y el año pasado se abrieron varios nuevos locales, incluso se siguen abriendo más en 2018», lamentaba Martínez que ponía énfasis en que ya hay más de 300 en la zona y que se abren incluso locales que «no tenían una licencia previa similar», algo que, en teoría, también está prohibido por la ordenanza.

Otra medida era un plan específico para limitar y regular las terrazas. Él recuerda que en 2017 se multó a 80 de las 260 que había «lo que supone, nada más y nada menos, que el 40% de ellas».

Un plan que sea efectivo

Más allá de llevar a cabo medidas de medición como el plan de ruido, que son obligatorias por la Unión Europea, y que dan una idea de dónde o cómo actuar, desde Russafa Descansa piden que se tomen medidas concretas y efectivas.

Concretamente, reclaman que se actualice el plan de acción contra la contaminación acústica de 2010 y que «está prorrogado desde entonces. Martínez incide en que el mapa de ruido «no mide la contaminación acústica provocada por las actividades de ocio y asociadas» que son las que más inciden en barrios como el suyo.

Pone como ejemplo a Miguel Cuenca, vecino de la plaza Xúquer al que España tendrá que indemnizar según una resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que se hizo pública el pasado día 16. Martínez recuerda que un informe situó el nivel de sonido en su habitación entre los 50 y 60 decibelios, cuando el máximo permitido por las ordenanzas municipales en horario nocturno es de 30 decibelios.

Y asevera que, en Russafa, varias inspecciones municipales con sonómetros han registrado, recientemente, cifras de entre 37 y 47 decibelios en el interior de viviendas situadas en la parte superior de discotecas. No obstante «esto no ha provocado el cierre de las mismas ni otras medidas», lamenta.

Asevera que entre las propuestas que han presentado está la de implantar un sistema telemático para controlar los decibelios de los establecimientos musicales. Es más, así lo presentaron en los pasados presupuestos participativos bajo el nombre: «Calmar Russafa», pero lamenta que no entró en los mismos «por cuestiones técnicas».

En esa petición se especificaba que en la zona hay cuatro discotecas, diecisiete disco-pubs, abundantes bares con ambientación musical (salón lounge) y varios «afters-hours». Y que «estas impresionantes cifras superan con creces la densidad de este tipo de locales en otras zonas de València que en su día y por mucho menos fueron declaradas como ZAS.

Y añadían que «al tratarse de actividades sujetas a legislación vigente en materia de espectáculos públicos, actividades recreativas y establecimientos públicos, estos locales deben cumplir con la obligatoriedad de disponer de limitadores-controladores precintados y sujetos a una inspección periódica municipal, como así recoge el plan de 2010.

Para Russafa Descansa, son este tipo de locales de ocio nocturnos los que «centrifugan el ruido» en el barrio y los que llevan otros problemas agregados como el del botellón. Ellos aseverán que el ayuntamiento tiene «claramente localizados» los puntos más conflictivos en la ciudad. Pero lamentan que falta «voluntad política» para actuar de forma decidida en estas cuestiones.