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Contrastes

Bienvenidos al lugar que divide la ciudad

El polideportivo construido en una de las naves de Cross brilla en Penya-roja - Al otro lado de las vías el cementerio del Grau se rodea de abandono

Bienvenidos al lugar que divide la ciudad

La calle Eivissa separa la València rica de la pobre. La ciudad que se expandió con una fuerza inusitada y la que lleva décadas estancada. Las vías del tren rompen la ciudad, una herida abierta difícil de taponar.

La solución es el soterramiento de la infraestructura ferroviaria, una demanda histórica del «cap i casal» al Gobierno central que ha caído demasiadas veces en saco roto. Los años pasan y las distancias son cada vez más grandes.

Por ejemplo, a un lado de las vías el espectacular Polideportivo Juan Antonio Samaranch, donde las pistas de pádel y las piscinas son la estrella de su oferta deportiva. Al otro lado, el cementerio del Grau, estrangulado por el abandonado circuito de Fórmula 1, asiste en silencio a la degradación de su entorno. Nada se mueve ni nada progresa en un lugar símbolo del despilfarro y la mala planificación de épocas anteriores, hoy con cita en los juzgados.

El Polideportivo Juan Antonio Samaranch, ubicado en el barrio de Penya-roja, es un complejo construido sobre las antiguas naves de Cross que se inauguró en 2015. Es un de los centros deportivos más completos de la ciudad, con siete pistas de pádel techadas, dos pistas al descubiertas, tres pistas de tenis (1 de tierra batida), dos salas polivalentes, una piscina cubierta, una piscina descubierta, una sala de spinning y otra sala de musculación. Su integración con una de las antiguas naves -de lo que era una fábrica de fertilizantes- es espectacular, con la madera como elemento principal.

Al otro lado de las vías los solares, las vallas y el destartalado circuito de Fórmula 1 acompañan en el día a día al cementerio del Grau. Llegar hasta él es un peregrinaje por la València peor planificada, la que se dibujó en torno a un trazado urbano hoy sin uso. Se buscó el máximo rendimiento a corto plazo, pero los terrenos apenas contaban con vida una semana al año, mientras el resto del año eran víctimas del olvido. Y hasta hoy, pero sin su semana de gloria.

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