«Mamá esto es culpa mía, por ser como soy». Es la voz de Aithor Gil Roca, un niño de 8 años con una discapacidad del 79 % y un grado 3 de dependencia, que necesita ayuda para realizar las actividades básicas de la vida por la enfermedad rara que padece (Miopatía Nemalínica). La capacidad cognitiva de Aithor es como la de cualquier otro niño de su edad. Se entera de todo. Comprende y aprende. Al pequeño lo que le fallan son los músculos.

Por ello, cuando vio que no podía ir al colegio porque no había nadie que se pudiera ocupar de él lo vio claro: la culpa era suya porque él no es como los demás, porque él sí necesita ayuda.

«De eso nada -le dijeron sus padres, Raquel y Carlos- la culpa es de los que nos gobiernan, de los que mandan, Aithor, que no lo hacen bien, que no gestionan las cosas como toca ni envían el educador que tienes asignado».

Y los padres de Aithor decidieron iniciar una lucha para conseguir que el colegio Cavite-Isla de Hierro cuente con las dos plazas de educadores que tiene asignadas, de las que solo una está ocupada. Una batalla más en la vida de una familia que sabe que con un discapacitado a cargo «o luchas tú o nadie lucha por tí, aunque sea tu derecho y su deber».

El colegio Cavite Isla de Hierro, en València, empezó el curso con una plaza pendiente que se cubrió solo durante un mes (de mediados de noviembre a mediados de diciembre). Y así siguen. Solo hay una educadora para los menores con necesidades especiales. La educadora en cuestión enfermó el pasado 16 de enero y cogió una baja médica.

Nadie la sustituyó y el pequeño Aithor se vio obligado a quedarse en casa. «La opción que nos dan es la de encargarnos nosotros de Aithor pero yo estoy enferma y mi hijo tiene derecho a un educador. Mi hijo necesita a alguien pendiente de él para que se haga cargo de sus necesidades básicas (comer, cambiar el pañal...) y me parece de vergüenza que se tenga que quedar en casa tantos días porque el Consell no ha tenido a bien solucionar el tema, cubrir la baja que lleva meses pendientes y mandar a alguien si falla un educador. Con el paro que hay... Vergüenza les tendría que dar», explica Raquel indignada.

Carlos, su padre, recalca que se incremente «el personal de atención, que se cubran las bajas médicas de manera inmediata y que se establezca un protocolo para que cuando se den estas situaciones los niños y las niñas con necesidades especiales no se queden sin poder asistir al colegio, no porque no quieran, sino por el completo desinterés que mostraban los inspectores educativos a la hora de cumplir con esta garantía del derecho a la educación».

Y es que para más «inri» los progenitores aseguran que cuando le comunicó a la inspección que su hijo no podía ir al colegio por falta de educador, «su respuesta fue que él no podía hacer nada. Pues si el inspector no puede solucionar esto... mal vamos».

Desde el colegio son conocedores de la situación y aseguran que han reclamado la plaza de educador que falta por cubrir en varias ocasiones y por diferentes vías. Sin éxito.