Paula Martínez y Daniel Collado se preparaban ayer para enfundarse el traje de león con unos estiramientos previos que evitasen que Paula, quien hizo de parte trasera del animal, se «quede enganchada de por vida», bromeaba. Y es que ayer la buena fortuna recorría las calles de València en una cabalgata.

El motivo de tal acontecimiento: la celebración del Año Nuevo Chino, el 4.716, el del Perro dominado por el elemento Tierra. Un año que sigue el calendario lunar. Un momento que da la bienvenida al ciclo de cultivo y a una nueva estación, de ahí que también se le conozca como el Festival de la Primavera.

Leones y dragones de vivos colores, un poco espeluznantes para algunos de los más pequeños, se contorneaban en un baile generado por casi una decena de personas que aguantaban el peso de estos animales míticos. Unos seres que, según la mitología china, configuran su cuerpo con el tronco de un reptil, las escamas de una carpa, los cuernos de un ciervo, las garras de un águila y la cara de un camello, explicó ayer Yi Qin, profesora de chino en la Asociación Cultural Han que participó en una de las carrozas con un traje de la dinastía Han.

Y así, durante la tarde, el ritmo marcado por tambores y platillos, más pausados al comienzo del recorrido y frenéticos en su final, acompañaban los movimientos de los que exhibieron el arte del kung fú, o del taichí, así como el de un animal que merece el máximo respeto de sus paisanos y, también, de los miles de valencianos que ayer se agolpaban para intentar ver, entre cabezas, un resquicio de la cabalgata. La misma importancia se le dio al rojo. Un color atrayente de fortuna que no solo tiñó el desfile, sino al propio Ayuntamiento de València.

Y es que su plaza se llenó ayer de varias carpas que mostraban esta cultura milenaria a quien conviven con ella día tras día. Así, los valencianos hacían cola durante la mañana para probar sabores orientales mientras, en su mano, sujetaban una cartulina con su nombre escrito en caligrafía china. Un festejo que comenzó ayer por la mañana a las diez y que puso el broche de oro con la cabalgata a las seis y media de la tarde.

Entre los puestos se encontraban tanto productos gastronómicos, como juegos infantiles de ajedrez chino o el Jián Zi, juegos para los más pequeños organizados por la asociación de estudiantes e investigadores de la embajada china. En el extremo de la plaza, el escenario acogía representaciones musicales, artes de contacto como el wushu y hasta una masterclass de taichí. «El gran desconocido de los deportes», explicó Carmen García, alumna desde hace tres años por «el equilibrio físico y mental que ofrece».

Los asistentes a la celebración confirmaron lo que ya sospechaban: «sabemos muy poco de la cultura china». De esta forma, los valencianos que paseaban por la plaza y más tarde por la cabalgata, aplaudían la iniciativa de la Asociación de Comerciantes Chinos de la Comunitat Valenciana, con la colaboración del Ayuntamiento y el Instituto Confucio de la Universitat de València (ICUV) como una manera de unir la cultura valenciana con la oriental y, a su vez, conocerla más allá del estereotipo, explicaron tanto Ernesto Navarro como Rosa López, quienes habían acudido a la plaza «por mera casualidad».

El idioma, sin embargo, sigue siendo la «gran muralla» para los que quieren aprender, decía Vicente Andreu, director del ICUV. «Cada carácter lleva una historia detrás en una lengua bisilábica que sigue atemorizando a gran parte de los que quisieran aprender y no se atreven», afirmó. A pesar de ello, más de mil personas están, actualmente matriculados en la ICUV.

De igual modo se buscó encontrar las similitudes con la cultura oriental, el punto de unión, «que siempre lo hay», explicó José María Chiquillo, el máximo representante internacional de la Plataforma Ruta de la Seda para la Unesco. Y, así, una carpa representaba esta unión: el de la seda. Chiquillo aseguró que somos el reflejo del legado que dejó hace años los movimientos comerciales de China (porcelana, abanicos o seda). Y, que esta, es la manera de darles las gracias.

Yi Qin, por su parte, creía que como profesora, su misión era «difundir la cultura china y actividades como estas nos visibilizan al sacarla de nuestro barrio y enseñarla en el centro de València». Y añadió: «Esta es la manera perfecta para conocernos no únicamente a través de nuestras tiendas de todo a 100». Y es que, según Xaoqin, de la asociación de estudiantes, «eso fue algo que nuestros familiares decidieron hacer para integrarse aquí, pero nosotros y nuestra cultura somos mucho más y ahora es el momento de mostrarlo para conseguir la completa integración».