Pasada la semana fallera y ya casi en plena Semana Santa, es momento de hacer balance de una y previsión para la otra. Precisamente, esta cercanía entre ambas festividades es uno de los motivos por los que, según el presidente de la Unión Hotelera de València, Ximo Solà, no se han alcanzado este año las cifras de ocupación de 2017. Él pone otras claves sobre la mesa, entre las que está también la «competencia desleal» de los apartamentos turísticos ilegales, así como el hecho de que en Madrid, el principal emisor, el día 19 no fuera festivo. O la presencia, casi constante, del viento y la lluvia durante esos días.

Según indicaba ayer a Levante-EMV la Fundación Turismo Valencia, la ocupación en los días grandes superó el 80 % de media, situándose la noche del sábado, 17 de marzo, en el 91 %. La concejal de Turismo, y presidenta de la Fundación, Sandra Gómez, indicaba que «las cifras de ocupación hotelera en Fallas han superado las previsiones de reservas que manejábamos». Pero Solà matizaba que en algunos días no habían llegado ni al 75 % y que, de media, la ocupación fue unos 5 puntos menor que en 2017». Él iba más allá y llegaba a asegurar que estas fiestas «están mitificadas» en cuanto a pernoctaciones, habiendo otros fines de semana durante el año mucho mejores: «Por ejemplo, durante el Gran Premio de Motociclismo la ocupación suele ser del 100 %», asegura.

Sandra Gómez también indicaba que van a «seguir orientando los esfuerzos en hacer de nuestra fiesta un espacio de convivencia entre residentes y visitantes, y que supongan un polo de atracción hacia un turismo de calidad, sostenible y respetuoso». Algo que, precisamente, es lo que más critica Solà, pues él pone de manifiesto el incremento «sin control» de los apartamentos turísticos: «Se está permitiendo una injusticia muy grande. Entre todos están poniendo en riesgo este destino y que la marca Valencia sea buena».

Él pone en valor el alojamiento en lugares regulados como los hoteles donde «sí se apuesta por un turismo responsable» tanto en cuestiones medioambientales, como laborales o incluso de seguridad: «Uno sabe que está en un edificio respetuoso con el medio ambiente, donde hay planes de evacuación, personal las 24 horas, personas cualificadas en cualquier departamento. Así como alimentos que han pasado los filtros correspondientes». Incluso registros de la gente que se hospeda en ellos, pues en los alquileres ilegales «se dan llaves, se hacen copias, y ya han surgido problemas de seguridad», asevera.

Solà también plantea revisar la demanda y adaptarla si se estima que «la tendencia ahora va hacia un turismo más familiar o propio de un apartahotel», pero recuerda que gran parte del turismo que se hospeda en pisos ilegales «está relacionado con el botellón, con la fiesta y genera todo tipo de molestias a los residentes», concluye.