"No pretendo ser un sabio, porque la varita la tienen ellos. Los de un lado y los de otro. Lo que hago es un llamamiento a la reflexión colectiva. No me gusta la situación". Desde la atalaya de los 80 años, de haber sido el artífice de la transición fallera, y con las ideas frescas pese a los achaques de salud, Enrique Real Martínez analiza el convulso presente de la fiesta con la experiencia de haber vivido su buena ración de conflictos, aquellos que prácticamente nadie de la actual generación de la élite festiva llegó a vivir.

Su historia en las Fallas, salvando las distancias, guarda parecido con lo que está sucediendo. ¿Que está pasando?

Que estamos en una situación en la que todos tienen que reflexionar y cambiar de actitud.

Sus inicios tampoco fueron nada fáciles.

Lo que yo viví fue auténtico acoso y derribo. Yo era rojo, catalanista... me decían de todo.

Y asambleas a las que no iba.

Pero podía ser por muchas causas. Había asambleas en las que consideraba que no debía ir porque sabía lo que iba a pasar. O porque el contenido estaba perfectamente tratado por la directiva? y no olvidemos: porque yo tenía muchas competencias en el ayuntamiento.

¿Cuál fue una de las claves para capear los temporales? Por si le sirve de lección al concejal.

Rodearme de un gran equipo. Había empresarios, economistas, gente que conocía la fiesta al detalle? teníamos mucho trabajo por delante porque había que reorganizarla completamente, igual que ahora, seguramente, necesita también algunos cambios. Yo recuerdo esos equipos de los que aprendía cada día. ¿Qué puedo decir de Evaristo García, que dirigía las asambleas perfectamente, de Vicente Lluch, Pere Maroto? Luego, conforme hacía cambios, no desmerecía. Venía Enrique Miñana y lo sabía todo de los seguros. Manolo Latorre, hombre de empresa, lo hacía con festejos; Josechu, que conocía todas las fiestas y era el dialogante; Alfredo Prats? Es que todos eran importantes. En sus primeros años de mandato, Fuset ha tenido un equipo que no tenía suficiente experiencia. Me gusta mucho, por ejemplo, el secretario general que ha nombrado ahora. Por no hablar de la experiencia de Josep García Bosch, que estaba antes incluso que yo. Tengo confianza de que, con los cambios que ha hecho, las cosas vayan mejor, porque ganará la fiesta. Y tiene mucho que aprender. Por ejemplo, a saber tener 'fontanería', que le permita preparar mejor las asambleas.

¿Y de carácter?

Que fuera menos soberbio. Que está en una delegación que reúne muchas sensibilidades y muy a flor de piel. Y que los hay que, haga lo que haga, se lo afearán. Debe reflexionar algunas de las cosas y las actitudes que ha tenido. Sólo así acabará ganándose a la gente. En el trato personal, gana mucho. En las asambleas no. Ahí lo veo atropellado. Tiene mucho en lo que reflexionar sobre lo que está haciendo porque si no, le darán la espalda. No todo es la Fira o hacer un buen pregón de Semana Santa.

¿Y en el otro lado?

Estuve en una asamblea y me entró frío. Aquello ni eran fallas ni nada. Era ir a la caza del hombre. Hay gente que va con honradez a defender o proponer ideas. Pero hay gente que va a acosar. Eso de «que se vaya» es insostenible. Va contra el principio de autoridad.

Una de las diferencias entre ayer y hoy es el componente político: a Fuset le acosan simpatizantes de muchos partidos políticos. A usted, solo de uno.

¡A mí me nació Unión Valenciana en la asamblea! Ferraro, Campillos? si hasta eché de una asamblea a González Lizondo. Lo bueno que me queda como recuerdo de aquello es que, en mi última asamblea, Ferraro me felicitó y dijo que yo había sido un buen presidente de la Junta Central Fallera. Y nos llevamos bien.

Las Fallas tienen ahora una entidad, la Interagrupación, que usted no tenía.

En mi época estaba naciendo y luego se desarrolló. Pero ¿qué es lo que quieren ser?

Una de las definiciones más extendidas es la de ser 'el sindicato de las fallas'.

Y entonces la asamblea de presidentes se diluye. O entonces tenemos los dos instrumentos. Da la sensación de que lo queremos todo. Un concejal no puede estar pasando un plebiscito cada mes, porque ya ha pasado uno, mucho más importante, como son las elecciones municipales.

¿Qué opina de que la Interagrupación reclamara la presencia del alcalde en la asamblea de presidentes?

¿A santo de qué va a ir? ¡Qué nos hemos pensado!

Joan Ribó hizo una oferta de diálogo a la Inter antes de la última asamblea, que rechazaron porque cumplieron el acuerdo de no reunirse hasta que pasara esa asamblea.

Eso es un desaire y un error enorme. Estamos hablando del alcalde de València, sea del partido que sea. Y si te convoca para dialogar, tienes que ir sí o sí.

A usted le decían "rojo" y "catalanista". A Fuset, "cobarde", "maricón", "malparido"...

Siempre hay un sector propenso al insulto.

Si en algún sitio a Fuset le hacen vudú, es en el 'ratpenatismo': el presidente, los poetas...

Lo Rat Penat es excluyente y va a lo que va. Pienso que incluso se le presta demasiada atención. A mí no me tienen que explicar quienes son Enrique Esteve o Fernando Millán. No se puede vivir enfrentado con la legalidad y defendiendo unas normas lingüísticas que no aplica nadie.

Usted introdujo un concepto innovador para las fallas municipales, con adhesiones y críticas. Este año todo han sido críticas y feroces. ¿Con razón?

Fue un error de concepto. Debió pensar en que hay mucha gente con sensibilidad y debió pensar en la otra parte. Pasó lo que pasó. A mí también me pusieron verde por las fallas que hacía, pero era otra cosa. Eran apuestas muy claras, con artistas valencianos de prestigio, que aportaron otra cosa. Las fallas de este año son experimentos fallidos. ¿Qué lo eligió un jurado? Bueno, aquello parecía muy dirigido.

Usted estuvo en la delegación que tenía más visibilidad.

Y en la que más se puede hacer por la ciudad. Yo llevaba Turismo también y fue la época en la que la ciudad empezó a entender que había vivido de espaldas al turismo. Ahora mismo, ser concejal de fiestas tiene unas posibilidades enormes. Porque las fiestas son un foco de atracción de turismo, de riqueza, de trascendencia? Es un nudo de actividad económica. Hay tanto que se puede hacer y gestionar que todo lo que se hiciera bien vale no acudir a una asamblea. Pero siempre que asumamos que hay mucho por hacer y que está al alcance de la mano.

¿El mensaje, entonces...?

Que la inteligencia anule la soberbia de uno y los humos de otros.