Una insuficiencia respiratoria, consecuencia de los problemas de salud que arrastraba desde hacía años, acabó ayer con la vida de Enrique Real Martínez, el primer presidente de la Junta Central Fallera de la actual democracia. Desaparece una figura, que no un legado histórico, de una pieza clave en la transformación de la fiesta y sus estructuras. Si, tras las primeras elecciones municipales, la ciudad tenía que readaptarse a su nueva realidad, Real lo hizo en unas Fallas que, de su mano empezaron a cambiar sus estereotipos.

La llegada de Real al mundo de las fallas, que había vivido como simple participantes, se produjo tras la victoria socialista en las elecciones de 1979. Y tal como él mismo reconocía, «lo hice sin saber qué era la Junta Central Fallera». Un socialista en una sociedad fallera en la que la pasión política diluía la heterogeneidad le proporcionó años muy duros. Recordaba en ese sentido que «igual te insultaban en una procesión que te vigilaban para ver si vocalizabas cuando tocaban el himno regional. Me dijeron de todo: rojo, catalanista... viví en un auténtico acoso y derribo, pero con el paso del tiempo creo que fui ganándome el apreció y la comprensión de todos» rememoraba en recientes entrevistas.

El legado de Real a la fiesta incluye su modernización, darle cuerpo jurídico, convertirla en una empresa de servicios. Durante su mandato, hasta 1991, se produjeron cabios como la creación de los sectores, la incorporación del secretariado y la informática, el control económico permanente, la elección democrática de la fallera mayor de València, el traslado de los castillos al río, la exaltación al Palau de la Música o el cambio de orientación en la Crida, así como la introducción de conceptos innovadores en la falla municipal o incorporar la falla infantil del ayuntamiento. Junto a un día a día en el que no le faltó el acoso político-fallero «a m me nació Unión Valenciana en la misma asamblea. Ferraro, Campillos... hasta eché de una de ellas a González Lizondo».

Los primeros visitantes ayer al Tanatorio Municipal destacaban ayer, precisamente, el talante emprendedor hasta el final (dirigió la asociación de jubilados de la firma Heineken, a la que se incorporó tras su paso por la política) o la capacidad que tuvo de rodearse de un equipo eficiente, del que apenas sobreviven Pere Maroto, Evaristo García, Manuel Latorre y Enrique Miñana.

«No lo tuvo fácil»

La secretaria general en la ciudad, Sandra Gómez, recordaba que « no lo tuvo fácil en los 80, ya que dirigió una de las transiciones más difíciles de esos años, la de nuestra fiesta. Pero pese al acoso al que estuvo condenado desde el primer día por ser socialista, tuvo la valentía de introducir los cambios y mejoras que necesitaba la fiesta a la vez que la humildad para llevarlos a cabo buscando el diálogo y el consenso». Hace apenas unas semanas, los socialistas de la ciudad estrenaban con su persona el Premio Paco Carsí a la trayectoria fallera, que no pudo recoger precisamente por su delicado estado de salud.

Libro de firmas en la JCF

La Junta Central Fallera ha habilitado un libro de firmas en su sede, que permanecerá abierto de 17 a 20 horas y que será entregado a la familia.