San Vicente Ferrer fue un apóstol global del mundo conocido en el Siglo XIV. Y es verdad que ayer, el dominico Vito Gómez García, autor de la lección inicial del Año Santo Jubilar, el «Anuncio», recordaba que esa globalización no incluía las tierras africanas, americanas y asiáticas, por entonces desconocidas. Pero quizá por ese carácter universal, el fraile concluyó su discurso con un mensaje imposible más del Siglo XXI, aunque él mismo lo calificó que «una tímida sugerencia»: «ahora que tenemos medios para ello, sería un gran fruto de este centenario poder consultar sus sermones. Aquello que, con la globalización digital puede hacerse. Y seguro que habría gente en todo el mundo que desearía leerlos. Lo mismo que su proceso de canonización». Una línea vicentina de la versión on line de, por ejemplo, la biblioteca vaticana. La sabiduría de Vicente Ferrer al alcance de un click. Y que, posiblemente, ayudaría a conocer mejor a un patrón al que ayer se rindió el primero de los honores que, a lo largo del año, recordarán al tal como decía el padre Gómez, «mejor predicador desde San Pablo», que ejerció esta labor «en un tiempo en el que no existían fronteras, donde no hacían falta salvoconductos para pasar de un lugar a otro». La Catedral se llenó, con la presencia de los tres obispos de la Comunitat Valenciana, en primera línea.

San Vicente falleció en Vannes «cuando iniciaba el regreso a València, que es donde quería morir, pero viene a hacerlo en un lugar que es casi equidistante de todos los lugares en los que predicó». Y precisamente esa condición es la que se intuye que más se va a destacar a lo largo del año. «Es un hombre que llena completamente su espacio histórico, con ansia evangelizadora, al que escuchaban seglares y sacerdotes. No era reiterativo ni monotemático, con amplitud de pensamiento, que no quiso permanecer sentado. Fue un hombre libre, solidario, con mente clara y corazón compasivo. Las gentes de su tiempo nunca trataron con un apóstol como él. El desafío actual es mantenernos cercanos a su doctrina y acercar a los ciudadanos esos documentos sublimes y globales. Y más en un tiempo en el que necesitamos una nueva evangelización». Ahí es donde apeló a la compatibilidad entre fe y ordenadores.