Las comisiones de falla llegaron a la fiesta de San Vicente hace un par de décadas. Alguien debió considerarlo como un gesto de buena voluntad entre entidades festivas de un mismo vecindario y, de rebote, servía para dar mayor realce una procesión y una fiesta que quedaba reducida a unos ámbitos muy limitados. Llegaron y no sólo se quedaron: ahora son una parte fundamental del cortejo que, en la mañana del lunes, componen la fiesta del patrón. Un verdadero ejército de peinetas y mantillas, ramón de flores y trajes.

La Procesión Cívica es un evento que forma parte ya de la agenda de las falleras mayores de cada comisión y que también le sirve a algunos impenitentes para hacer sus primeras cábalas de quien de todas ellas tiene opciones a formar parte de la corte de honor del año próximo. O quien tiene muchos boletos para ser fallera mayor, porque este acto se incrusta ya en la particular «precampaña» que llevará, en los meses de julio y septiembre, a vivir acontecimientos de primer orden en materia emocional.

La cuestión es que, cuando el retraso se acumula, surge la pregunta: ¿no se ha desmadrado la procesión? ¿No se ha convertido más en un acto más fallero que vicentino? Pero quien considere posible algún cambio ya puede hacerse a la idea de que la regresión sería muy difícil, por no decir imposible, y que, como mucho, podría regularse.

En algún momento, la calle de la Paz daba la impresión de que era una reedición de las tarde del 17 y 18 de marzo, pero con el sentido de la marcha cambiado. Sólo las grandes asociaciones vicentinas podía mantener en saldo positivo la relación clavarios-falleros. Porque, huelga decirlo, hay mucho más censo en la fiesta josefina que en la vicentina. Así, las asociaciones compusieron unos cortejos que, encabezados por los estandartes, estaban formados por los niños que interpretan el «miracle»; las clavariesas y mujeres de la asociación (trajes negros, teja y mantilla), las componentes femeninas vestidas de valencianas (algo que se da en algunos casos, especialmente en Russafa), los clavarios (trajes de chaqueta o chaqués) y las fallas invitadas.

La misa, también larga

Ayer, la Procesión Cívica se alargó desde el primer minuto. Porque la misa Pontifical se hizo larga. La homilía del fraile dominico José Manuel Alcácer no empezó hasta pasadas las once y también fue densa. Entre que llegaban los clavarios a la plaza del Ayuntamiento, que se organizaban los cortejos, que empezaban y que desfilaban, la «mascletà» que cerraba el acto no se disparaba si no a las tres de la tarde.

Las comisiones de falla empezaron a desfilar con un criterio de proximidad: las pertenecientes a los límites parroquiales de cada altar. Pero ahora ya lo hace la práctica totalidad del censo, aunque pertenezcan a sectores muy alejados de donde se plantan los altares, más teniendo en cuenta que la práctica totalidad de asociaciones vicentinas están ubicadas en Ciutat Vella y el Ensanche. A lo que hay que añadir los altares de poblaciones, con sus correspondientes comisiones de falla. También había falleros de poblaciones que no tienen altar, dentro de este particular mezcladillo geográfico.

«Todo el que viene suma»

Pero además, ahora no sólo acuden presidentes y falleras mayores. También se suman otros miembros de cada comisión, lo que engorda aún más la cantidad de participantes. La invitación es una cortesía y las voces vicentinas que están a favor lo tienen claro: «todos aquellos que vienen, se acercan a la fiesta de San Vicente. Tanto si son falleros y falleras que desfilan como las personas que les acompañan. Hace años habríamos deseado tener esta cantidad de público y que estuvieran presente en los actos vicentinos. No nos quitan nada: sólo nos suman». Y contribuyen a ser objeto de interés entre los visitantes que, una vez más, se encontraron de bruces con el festejo.

Lo cierto es que tanto la plaza del Ayuntamiento como la calle San Vicente y Paz estuvieron literalmente abarrotadas. Hasta que, en última instancia, desfiló la Honorable Clavariesa, María Jesús Moll, que fue la última en ofrendar en el interior del Pouet, después de haberlo hecho la fallera mayor del Ateneo, la Regina de los Jocs Florals, que sigue sin celebrar su acto principal por falta de fondos en Lo Rat Penat -el ayuntamiento, como bien se sabe, ha reducido la subvención y nadie de los que se escandaliza pone un euro, aunque las críticas de Enric Esteve tienen en Pere Fuset su particular diana- y las falleras mayores de València.

El próximo fin de semana, más

Las fiestas vicentinas no han finalizado. Mañana finalizan los actos del altar del Mercat y el próximo fin de semana es el turno de aquellas asociaciones que atrasan sus festejos. Y traerán consiguo festejos espectaculares. Sobre todo, la «dansà» popular que organiza el altar del Mocadoret, previsto para el sábado por la noche. previamente, por la tarde, también habrá un «danses» en el del Ángel Custodio. También será el turno del Mercado Colón.