Finales de los años 30, una niña de unos 13 años se acurruca en una de las esquinas del refugio de la calle Serranos mientras sobre su cabeza, y las de unas 400 personas más, caen sin parar las bombas de las tropas franquistas. Ayer, unos 80 años después, esa misma niña volvía a estremecerse cuando escuchaba, en el mismo lugar, las sirenas que anunciaban la inminencia de un bombardeo. Ahora, a sus 93 años, Paquita Carrasco, es la voz de la experiencia, y de la reflexión y solo pide una cosa «que este refugio no vuelva a utilizarse para lo mismo».

La intención de la restauración que se inauguró ayer es, precisamente esa, que un sitio que sirvió para salvar vidas en uno de los momentos más complicados de nuestra historia, sea ahora un referente cultural, así como un espacio para el recuerdo y la memoria histórica. Esa a veces tan incomprendida, pero, a la vez, tan necesaria para toda sociedad que se precie.

«Cuidad lo que tenéis y tratad de ser mejores cada día», decía también Paquita mientras miraba a los presentes, mucho más jóvenes que ella, a los ojos. Ella aseveraba no ser de ningún bando, sino buscar, la paz, y ayudar a los demás. De hecho, dedicó su vida a la enfermería y fue una de las integrantes de la primera promoción de enfermeras de València.

Ayer, Paquita, a sus 93 años, trataba de salir por su propio pie, a su ritmo, de ese refugio al que tantas y tantas veces entró corriendo, asustada, sin saber, en muchas ocasiones, si sus seres queridos estarían a salvo o no. Allí, a su alrededor, pintadas hoy desdibujadas, pero aún visibles, recuerdan los bombardeos, el dolor y el sufrimiento colectivo en una especie de «Guernica» popular y espontáneo que se ha tratado de recuperar. «En la restauración encontramos unos 200 grafiits, dibujos y pintadas», contaba la concejala de Cultura, Glòria Tello. Ella contó que las obras duraron dos años porque el espacio se encontraba abandonado y degradado desde que a inicios de este siglo la falla, cuya petición de usar el sitio lo salvo del derrumbe en los años 50, lo tuvo que abandonar por el exceso de humedad.

Ella explicaba que se habían invertido 165.000 euros, pero daba las gracias a la Diputación porque había aportado 100.000 de ellos. Por su parte, la arqueóloga Pepa Pascual, resaltaba que se habían preservado las bancadas originales, así como las peculiares repisas para guardar objetos. Y se había recuperado el color que tenía cuando se construyó. Hoy, día de puertas abiertas, la gente podrá visitarlo y luego habrá que pedir cita previa para acceder a este refugio de historia viva de la ciudad.