Una ciudad tan grande como València tiene, por lógica, una buena colección de recovecos, pasajes semidesconocidos y callejones que llevan a ninguna parte. Uno de los espacios más insólitos es el llamado Pasaje Residencias Luz, una zona peatonal formada por un grupo de viviendas ubicada entre las calles Menéndez Pelayo, Álvaro de Bazán y Jaume Roig. Justo detrás de la Facultad de Medicina.

Y tiene la particularidad de que, en su interior, está incrustada una alquería (o una parte de la misma), que además contiene un par de placas de lo que era antiguamente aquel espacio, antes de la construcción de los bloques de viviendas: «Camí Vell de Benimaclet». Contiene la sede de la Asociación Gastronómica la Murta.

Pero apenas unos metros más allá de esta verdadera anomalía, aún hay otra mayor: el pasaje peatonal hace un recodo donde hay un pequeño jardín de palmeras y, en su centro, una escultura. Una obra que es una de las grandes desconocidas de la ciudad: no tiene placa que la identifique, pero su forma resulta curiosa. Se trata de cuatro obreros sosteniendo diferentes tipos de herramientas de trabajo. Cuatro aunque realmente son tres, porque una de ellas ha sido literalmente arrancada de cuajo: tan sólo quedan los pies de la misma y no queda ni rastro de la misma en los alrededores.

Se trata de un voluminoso grupo escultórico que no está catalogado y que, de hecho, le es desconocido incluso a expertos como César Guardeño, presidente del Círculo de Defensa del Patrimonio, que lo ha visto in situ.

«No forma parte del listado de obras y no tiene ninguna placa que justifique su presencia, el autor o el motivo por el que se construyó. Son cuatro obreros; uno con una pala y una soga, otra con un martillo, otro con una herramienta hidráulica... y un cuarto que desconocemos qué es porque ya no existe».

Unas esculturas que no habrían sorprendido en una ciudad del otro lado del Telón de Acero. Grandes figuras corpóreas, con los torsos semidesnudos, «manos desproporcionadas... es una anomalía absoluta» aunue quizá puedra cuadrar con el tiempo en que se construyeron las fincas. Guardeño lo califica de «una obra fantasmal, una de esas cosas que encuentras casi por casualidad».

Una de las figuras ha desaparecido, pero las tras tres han sufrido los estragos del vandalismo, con pintadas de todo tipo (pintada de genitales, de las uñas de los pies, ojos amoratados...). «No forma parte de los catálogos más recientes de la ciudad». Pero sí de la ruta de los vándalos.