Teniendo necesidad/ esta Ciudad tan egregia/ de una prenda, la qual fuesse/ vinculo de su grandeza/ intentó la devoción/ de sus hijos con presteza/ y con muy devoto efecto/ hacer fabricar en ella/ una imagen de María/ Madre, y Abogada nuestra/ con el TÍtulo de Madre/ de los Inocentes, ya ésta/ en tiempo del rey Fernando el Catholico, que reyna/ en mejor Solio se dio/ por su permisso, y licencia/ el dulcíssimo renombre/ de amorosissima Reyna/ de Desamparados Madre».

Así reza en una de las estrofas del «Nuevo, y curioso romance, en que se dà cuenta, y declara el modo, en que fuè formada la Soberana Emperatriz de los Cielos Maria Santissima de los Desamparados, Patrona de esta Nobilissima y Leal Ciudad de Valencia?», impreso por Agustín Laborda en su taller de la calle Bolsería, en 1767.

El opúsculo se conserva en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia y su texto denota la autoría de un clérigo poeta, anónimo, quien en el mismo poema le pide a la Madre de Desamparados «me ayudéis con vuestra gracia/ para que proseguir pueda/ en contar vuestros elogios/ y ensalzar vuestras grandezas/».

En su relato, el poeta habla de la labra de la imagen por unos peregrinos, una piadosa tradición popular bastante tardía, pues la leyenda no aparece en la bibliografía de la Patrona de Valencia hasta el siglo XVIII, cuando uno de los historiadores de la Virgen, Francisco de la Torre, la recoge en uno de sus libros.

A partir de este momento, la curiosa y deliciosa historia del esculpido de la talla de la Virgen por unos ángeles produce es una variada iconografía pictórica y singulares textos como este romance que tratamos, en el que se resume candorosamente dicha fábula. «Para esta gloriosa empressa/ intentó su pio afecto/ el buscar con diligencia/ Artifices, que pudiessen/ desempeñar bien su idea;/ y hallándose a esta sazón/ por Divina providencia/ tres Peregrinos, los quales/ prometieron con certeza/ salir con bien del empeño/ fiados de su promessa/ no sin impulsso Divino / y sin tener experiencia/ de su ignota habilidad,/ sin ninguna controversia/ determinaron conformes/ el admitir la propuesta/ y para su execucion/ en un quarto los encierran/ con alimentos bastante/ para los días, que tuvieran/ de gastar en construirla/?»

«? al cabo del tercer dia/ escucharon desde fuera/ unas dulces consonancias/ y celestiales cadencias./ Quedaron todos absortos,/ su imaginación suspensa/ al ver tan raro prodigio/ y echando al suelo las puertas,/ no hallaron los Peregrinos,/ solo si vieron en tierra/ aun sin tocar la comida,/ y la obra ya completa; / pues encontraron la Imagen,/ ya fabricada, tan bella, / y hermosa como ella misma/ y allí postrados en tierra/ adoraron ya rendidos/ a tan dulcísima Reyna, / y partieron muy alegres,/ dándole a Dios gracias tiernas/ por tan inmenso tesoro/ e inestimable prenda,/ en cuyo honor ya se hallaba/ con grande magnificencia/ fundada una Confradia...»

Curiosamente, faltan en el nutrido e interesante Archivo de la Cofradía de la Virgen, hoy en depósito en la Biblioteca Valenciana mientras no se restaure debidamente la parte del edificio de la Real Basílica que ocupa, los cuadernillos primeros de la historia documental de la Cofradía, precisamente los que podrían contener documentos o asientos relativos al encargo de la imagen de la Virgen, su autor, precio, facturas y otros detalles. Lo más aproximado que se sabe de su fabricación es que parece la encarnó el pintor valenciano Vicente de san Vicente allá por 1416. Puede que el creador de la leyenda «La feren els angels» hiciera desaparecer esos papeles para que la talla tuviera un origen mistérico o por no existir dicho papeles se le quiso dotar de un surgir misterioso, celestial.