Ha pasado más de medio siglo de que en España era frecuente practicar el auto-stop sin control alguno, principalmente por parte de jóvenes y estudiantes. Algo que prácticamente ha desaparecido así, y que convendrá recordar para muchos y dar a conocer a quienes ni siquiera lo vivieron o lo practicaron. Consistía en que un joven, acompañado de su maletín, bolsa o mochila, se colocaba en el borde de una carretera o de un camino y con la mano hacía gesto a un coche que pasara, procurando que el vehículo no llevara más ocupante que el conductor, para tener con seguridad plazas vacantes. Buena parte de los automovilistas se detenían, observaban al auto-stopista y le preguntaban dónde quería ir. Si la ruta deseada coincidía con la del automovilista, se le permitía casi siempre subir y se aprovechaba el viaje.

Una de las razones por las que el conductor aceptaba al pasajero era por ir acompañado, sobre todo en conversación, y no sentirse tan solo. Se curioseaba cuál era la actividad del recién llegado, la mayoría de veces estudiante, y así se conseguía viajar gratis sin causar daño económico al dueño del vehículo.

De esa actividad, en nuestra juventud, somos testigo protagonista, pues no negamos haberlo aprovechado en numerosas ocasiones. Aún recordamos, en cierta ocasión, que pretendíamos ir de Zaragoza a San Sebastián, y no teníamos combinación a esa hora. Y el coche que nos aceptó estaba conducido -nada menos- que por el exjugador del Valencia C.F. Ignacio Eizaguire, que, ya jubilado, regresaba a su tierra. Pero con los años se fue perdiendo seguridad y se temía por ceder un asiento a personas desconocidas, que no se sabe qué pueden hacer, qué daño, y se duda -o se niega- a aceptar al presunto auto-stopista.

Hace tiempo escribimos una propuesta que podría servir para regular el auto-stop y dar garantías a los automovilistas. Y el proyecto consistía en que se hiciera un registro de presuntos practicantes de esta forma de viaje; que se tuviera conocimiento, con todos los datos, del que pretende que «le lleven», con la garantía además de que algún familiar o conocido se responsabilice de lo que pueda ocurrir.

Y, al mismo tiempo, que el auto-stop no se realice en las carreteras aisladas o en los caminos, sino en las estaciones de servicios, que serían las encargadas de tomar nota del aspirante a viajero -su carnet- y del vehículo; que le acepta; así, cualquier contratiempo que surgiera en el camino podría en seguida ser estudiado y, de hacer falta, también denunciado.

Hoy está ya regulado. Hay sistemas informáticos, por teléfonos portátiles y por registro, que permiten el auto-stop -que se sigue practicando, pero más controlado y asegurado- y se pueden aprovechar las plazas libres en los coches. ¡A aprovecharlo!