P. Varea, Valencia

Trescientos setenta y cinco mil euros. Ese es el coste de las obras de remodelación que el área de Parques y Jardines va a destinar a los trabajos en la extensa zona verde de la calle Doctor Lluch, en el Cabanyal. La concejala Mª Jesús Puchalt ya tiene casi todo listo para comenzar pero antes quiere reunirse con los vecinos de la zona para conocer cuáles son sus preferencias para incorporarlas, si puede, en el proyecto.

Con el inicio de las obras, que acabarán en abril de 2007, justo cuando se cumplirán veinte años de la inauguración del parque por parte del alcalde Pérez Casado, se va a dar satisfacción a una de las reivindicaciones vecinales más antiguas de la Asociación de Vecinos del Cabanyal-Canyamelar y de quienes residen cerca del jardín. Estos han sido quienes más han protagonizado las protestas porque han visto cómo, año tras año, la zona iba deteriorándose sin que desde el consistorio se invirtiera ni un euro en su mantenimiento.

La concejala Puchalt ha cumplido con su voluntad, expresada en julio de 1999, de no contar para la remodelación con el arquitecto que firmó el proyecto el que entonces era técnico municipal Rafael Rivera.

Jardines sin funcionalidad

Hace siete años la responsable de Parques, a raíz de la primera moción de la concejala socialista Consuelo Orias, manifestó que «ese jardín, como el de la plaza de Holanda, se hicieron a finales de la década de los años 80 en época socialista y carecen de funcionalidad. Los dos tienen graves problemas de diseño. El de Doctor Lluch es un parque sobreelevado con un volumen de obra civil y cemento de los más altos de la ciudad, con escondrijos, recovecos y muretes que facilitan que determinada gente se esconda». En opinión de la responsable municipal, «deben construirse jardines diáfanos y acordes con el entorno del barrio y el gusto de los vecinos». El futuro jardín, que quedará partido por la mitad al desaparecer la pasarela peatonal que salvaba la calle Pintor Ferrandis, tendrá áreas de pipi-can, juegos infantiles y para las personas mayores, como una petanca.

Se concluirá pues, en un momento de renovación de la fachada marítima de la ciudad, una zona verde que nació con canales para que los niños hicieran navegar sus barquitos; praderas de césped para tumbarse, bancos bajo las palmeras, desniveles y hasta un pequeño auditorio, pero que nunca ha gozado del cariño de los responsables municipales, que no han invertido un euro en su mantenimiento y reposición cuando vecinos del entorno arrancaban losas de piedra para llevárselas o cuando las fuentes y juegos de agua eran destruídos por gamberros. Y todo ello en medio de un paraje sin urbanizar, al que todavía le quedan calles por trazar y en el que abundan los estercoleros y los muros derribados, incluso el de la pared colindante con el polideportivo que completa el parque.