A. C., Valencia

Indignados, molestos, desinformados y muy, muy cabreados. Así se sienten los vecinos y comerciantes del barrio del Cabanyal por las obras de urbanización y peatonalización que se están realizando en sus calles desde principios de septiembre, con las molestias que conllevan. Montañas de escombros, zanjas abiertas, vallas contra las paredes de las casas y pasos estrechos por donde apenas cabe un carrito de bebé son parte de los obstáculos que los residentes de la zona tienen que sortear cada día para ir a la compra, acompañar a los niños al colegio o, simplemente, para salir a tomar el sol y dar un paseo por el vetusto barrio.

Uno de los cientos de afectados es Josefa, que vive en el Cabanyal desde hace 67 años. En principio tiene una visión positiva de las obras «porque hacían falta ya que, según tengo entendido, se perdía mucha agua al no estar hechos los canales y el barrio estaba muy abandonado». En cambio su fuerte rechazo al caos que impera en las calles se impone en sus argumentos. «Esto es una barbaridad, es una verguenza», sentencia. En sus críticas, la alcaldesa de Valencia acapara toda su indignación. «Esta señora-en referencia a Rita Barberá-hace lo que le da gana». Conforme va recordando más incidencias, el ambiente se va caldeando. «Sabiendo que no podemos aparcar por las obras, la policía solo hace que poner multas. Una detrás de otra. No tenemos sitio para aparcar y encima nos denuncian. ¡Hombre tener un poco de humanidad y conciencia!», protesta. Los vecinos que en ese momento pasean por la calle Justo Vilar no desaprovechan la ocasión para manifestar a Levante-EMV su particular queja. «Un mes he estado sin poder sacar el coche del vado por culpa de las obras», grita un joven.

Las críticas a las obras se suceden. Lola cree que «son un castigo por una encuesta que se hizo al barrio sobre las necesidades de aparcamientos y si los vecinos estarían dispuestos a estacionar en aparcamientos públicos, pagando claro». La residente de la zona afirma que como «era de esperar los vecinos se negaron y el castigo ha sido hacer todas las peatonales y luego no tendríamos más remedio que ir a los parkings». El problema surge, a su juicio, al «peatonalizar las calles sin estar hechos los parkings y cuanto acaben dónde vamos a aparcar». Aún así reconoce que «parece que han reaccionado y algunas calles no serán peatonales y se podrá aparcar» aunque señala que las obras «se están haciendo de forma incongruente. Por ejemplo en la calle del Rosario han dejado la calzada más alta que las aceras así que cuando llueva el agua entrará en las casas».

El caso de Celia es para apuntarlo. Vive en la calle Progreso y tiene en la misma puerta de su vivienda una excavadora. «Creo que me podían dejar entrar en mi casa», indica con cierta ironía. Señala que para «salir de casa tienes que hacer equilibrismo» e incide en que «yo porque soy joven pero una persona mayor ya me dirás como se lo monta para poder salir».

Indignación en los comercios

La calle José Benlliure es centro neurálgico de las obras en el Cabanyal. A golpe de vista se divisan vallas a las puertas de varias viviendas, tubos de plástico de los desagües por el suelo, alguna que otra zanja y el ruido ensordecedor de una excavadora en medio de la calzada mientras los coches siguen pasando por unas calles blanquecinas levantando nubes de polvo con el consiguiente perjuicio para niños y ancianos. En este enclave desolador está la zapatería Calzados Amparo Zamora. Su propietaria critica que desde el Ayuntamiento de Valencia «no se nos informara de la embergadura de las obras para hacer previsiones». El perjuicio para el comercio es evidente.«El público no puede aparcar ni acceder a las tiendas. Ha habido días que he tenido las puertas cerradas porque las maquinas las tenía trabajando en la misma puerta u otro día tenía los contenedores para depositar los escombros en la entrada».En la misma tesitura se manifiesta Pepa Estrela que regenta una tienda de moda. «Esto es un desastre porque no han avisado a nadie de cuándo iban a empezar las obras y han perjudicado a los comercios en plena campaña de invierno y de cara a las navidades. Nos han hecho mucho daño», critica de forma airada. Pepa describe un día cualquiera: «Por las mañanas aún vendes alguna cosilla pero por la tarde si no abriéramos no pasaría nada», dice con resignación. «Con tanto escombro al Cabanyal se le conoce como Sarajevo», dice. La clave de la caída de ventas la tiene clara. «La gente es imposible que pase por aquí. Una persona mayor le resulta muy complicada cruzar una calle, las madres con bebés no puede pasar con los carritos, además de que los coches no pueden ni aparcar», explica. Además de que su negocio se ve afectado ya que el «otro día un camión que venía a traerme género tuvo que aparcar en la Avenida Mediterráneo y llegar hasta aquí con una carretilla. Eso si se atreven, porque el otro día llame a otro proveedor y me dijo: $27Pepa ven tu que allí no podemos entrar$27. Por último, sentencia que los políticos «lo están haciendo muy mal y luego vendrá Rita Barberá a inaugurar cualquier cosa que se le ocurra y hacerse la foto».