La vivienda unifamiliar que hoy les mostramos, aislada y con piscina, emplazada en un lugar único en un solar con fuerte pendiente con vistas a la montaña y a la bahía de Pollença, en Bonaire, Alcúdia, es obra de los arquitectos Osvaldo Luppi y Simón de Lecea Riviere. Recibieron un encargo especial, crear una vivienda concebida como segunda residencia en los meses estivales con una sola premisa, definitiva, que el paisaje entre libremente en la casa, que forme parte de ella, que mande.

Y no al revés. El concepto, vivir dentro del paisaje, marca desde los inicios. La vivienda se aísla, se cierra por completo a la calle y se abre hacia la montaña. La manera de organizar el programa surgió de una necesidad de relacionar plataformas paralelas y perpendiculares a la calle. El garaje, el volumen habitado, el porche, y por último, la piscina, son plataformas que se van encastrando entre ellas para ir colonizando el solar.

Una distribución mínima y racional genera espacios fluidos. La casa se organiza en dos niveles. El superior, por el que se accede contiene un vestíbulo con doble altura que permite que el paisaje se aprecie en todo su esplendor desde el momento en que se entra en la casa, generando desde el primer segundo la sensación de que se está entrando en un mundo fresco y relajante, vacacional, en contacto directo con la vida.

A ambos lados del vestíbulo se emplazan dos dormitorios con baño privado. El principal es un espacio diáfano sin divisiones, donde el límite entre la zona de dormir y la zona de baño está completamente difuminado. Desde este dormitorio se accede a una terraza de madera desde donde se aprecian las mejores visuales del mar y la montaña. Un regalo.

En el vestíbulo destaca la escalera metálica que comunica ambos niveles. La planta baja es un gran contenedor semienterrado que se abre por completo a las vistas. Es también un espacio completamente diáfano que acoge el comedor, la cocina y el salón. Desde él, se accede a un porche magnífico que comunica con la zona de la piscina. Las grandes correderas de aluminio permiten integrar el interior con el exterior y el paisaje, difuminando los límites entre ellos.

En la cara opuesta a las vistas se construyó una doble pared que contiene la cocina, la vinoteca, la librería y las instalaciones de aire acondicionado, una pantalla plana, el equipo de música integrado y el hogar de leña que preside el salón. Gracias a este agrupamiento de funciones el resto del espacio es flexible y amplio, en toda su grandeza visual. Al otro lado de la escalera se ubica un tercer dormitorio con baño para invitados y la coladuría.

La piscina merece un aparte. Se fusiona con el paisaje, como si siempre hubiera estado ahí, gracias al desborde infinito de agua por dos de sus lados. Está emplazada en forma de L y tiene dos partes bien diferenciadas. La zona de acceso es la de relax, donde el nivel de agua permite sentarse y recostarse en los bancos y camas de obra sumergidos.

La parte más profunda llega hasta el otro extremo, donde un sistema de contracorriente permite nadar sin moverse del lugar. Esta es la zona que linda con el porche, un lugar ideal para la tertulia veraniega en comunión con la naturaleza.