Bienestar, paz y, por qué no, felicidad son conceptos que se asocian al hogar, ese espacio en el que cada uno desarrolla una forma de vida y la acompaña de objetos. El ceramista estadounidense Jonathan Adler se lo ha tomado al pie de la letra, hasta el punto de estar considerado el "rey del happy-chic". Lo que Adler propone es todo lo contrario a la decoración encorsetada, pensada para mostrarse y no para vivirse. Sus casas rezuman colores, alegría y confort, siempre aderezado por un punto de elegancia. Eso es precisamente lo que diferencia al estadounidense de otras firmas que sacrifican el "chic" en aras de lograr el máximo desenfado.

Adler tiene quince tiendas en Estados Unidos y, ahora, desembarca en Europa con un nuevo establecimiento en Londres. En España también pueden comprarse sus diseños.

Ha llovido mucho desde que vendió sus primeros diseños en el Barneys de Nueva York en 1993 y abrió su primera tienda en Manhattan en 1998. Adler decora para hacer felices a las personas, pero tampoco se olvida de los que sufren. En las Navidades de 2010, colaboró con Starbucks para crear una edición limitada de tazas de cerámica y los beneficios fueron íntegros para Fondo Mundial que mejora la vida de las personas que viven con el VIH.

Una de las características que definen sus creaciones es la perfecta mezcla de formas modernistas con colores intensos y gráficos. Lo mismo ofrece mesas y sofás que accesorios de baño, ropa de cama, velas, muebles, alfombras y lámparas. Tampoco rehuye propuestas más atrevidas a través del dorado y de colores fuertes como el naranja, tono que, por cierto, no debe perderse de vista, ya que dará mucho que hablar en los próximos meses.

Los soportes ideales para el universo "happy-chic" son el blanco en las paredes y el negro en los suelos. El colorido ya se despliega por el resto del espacio.