Cuando su nombre se hizo popular, muchos lo leían con extrañeza, si no con un abierto desprecio. Como Anne Swolley, la directora del Elle estadounidense que puso en duda la autoría de Style Rookie, su visitadísimo blog. O Lesley M. M. Blume, aquella colaboradora de Vogue según la cual su presencia en los desfiles más encopetados era "insultante para las mujeres adultas". "Hace que el resto de nosotras parezcamos ancianitas, y eso es muy estúpido", continuó esta última escritora (quien después matizó sus declaraciones) tras ver a una Tavi Gevinson de trece años paseándose por las Semanas de la Moda de Nueva York y París. El odio y los pullazos son medidores infalibles de la fama, y reacciones tan airadas como estas corroboran que, alrededor de 2009, aquella chiquilla prepúber era lo más.

Para desesperación de muchos y muchas (entre los que se cuentan, suponemos, las propias Swolley y Blume), Gevinson sigue siendo la repanocha. Sólo que el atractivo de su figura ya no reside tanto en el gimmick ("¡La niña bloguera de moda que está de moda!") como en el interés de sus actividades y, sobre todo, en su maduración como personaje. Algo que, esta semana, interesa mucho. El 21 de abril, Tavi Gevinson cumple veinte años, lo cual la sitúa fuera de la demografía teen. Por razones semánticas propias del inglés, más que por hechos materiales, la muchacha más influyente sobre la faz de la Tierra (a decir de algunas publicaciones tendentes a la exageración) es, desde ahora, una joven adulta.

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