Resulta prácticamente imposible arrancar una mala opinión sobre las mujeres a este hombre, llamado Manuel Mariño, pero más conocido por el Roberto Verino (por Verín, su pueblo natal) de su marca. Sólo, ya muy avanzada la entrevista, acepta ciertas connotaciones negativas en "una cierta rigidez e intransigencia de las mujeres que les impide romper moldes y adaptarse con facilidad a las circunstancias en lo profesional".

Eso es todo, el resto, halagos y más halagos. "La culpa la tienen las mujeres de mi vida". Empezando por su abuela materna que fue, afirma, un ejemplo que seguir: "Una mujer muy fuerte que murió con 98 años sin perder nunca la ilusión".

Lo que no aprendió de ella se lo enseñó su madre, y tiene también palabras de elogio para una fiel colaboradora y amiga, Linda Heras, estadounidense a pesar del apellido, que "cuando empezamos, hace 30 años, acababa de llegar a España y era mucho más libre y abierta de lo que éramos nosotros. Gracias a ella supe cómo funcionaban las cosas fuera de aquí y pude tener una visión más internacional del negocio". En un terreno más personal, explica Verino, "también contribuyó a que nos diéramos cuenta de que estaba ocurriendo algo trascendente en este país, que era el cambio social del posfranquismo y los primeros años de la transición".

Por su trabajo, siempre en el mundo de la moda, se ha visto rodeado de mujeres, a las que prefiere, dice, por su lealtad a prueba de bombas, su sentido del orden y "el entusiasmo que ponen en todo lo que hacen". Claro que en esos primeros años, recapacita, en España se sabía poco de moda, y si alguien tenía cierta predisposición hacia la materia eran las mujeres. "No era fácil encontrar hombres trabajando en el sector y, de todas formas, añade, "dudo que ellos sean capaces de poner tanta energía y generar tanta ilusión en todo lo que hacen. Por eso creo en ellas al cien por cien".

El estilo amable de Verino

¿Pero no son celosas, algo cotillas, coquetas?? "Yo no lo considero nada negativo", interrumpe. "Me gusta su capacidad para sacarle punta al lápiz, y sus armas de seducción consiguen que la llama del amor se mantenga viva en la pareja". Y aún va más allá: "Los hombres están aprendiendo a cuidarse tanto como ellas; hoy en día, o estás guapo o no te comes ni una rosca".

Lo dicho, ni una mala palabra. "Es que no tengo nada que objetar. Con mi segunda pareja llevamos 25 años juntos y sigo echándola de menos cuando tengo que ir solo de viaje. Es mi media naranja", admite. Eso a pesar de que trabajan en la misma empresa, en la que ella dirige el equipo de diseño de ropa de mujer. "Habrá quien considere que estar juntos las 24 horas del día no es una buena forma de vivir, pero a mí me gusta, compartimos los problemas y los buenos momentos. Nos gusta tanto lo que hacemos que le ponemos toda la pasión".

Si se habla de los cambios sociales, también se muestra de lo más entusiasmado con el papel femenino. "Si hubiera dependido de los hombres, el país se habría quedado como estaba hace 50 años. Ellas demostraron que no estaban dispuestas a seguir ejerciendo de amas de casa y dependiendo de los hombres incluso para sus pequeños gastos. Por eso pusieron el país patas arriba", insiste.

La asignatura pendiente de la mujer sigue siendo el acceso a puestos directivos en la empresa y en la política. "Es por la maternidad; tienen que decidir entre tener hijos y su carrera profesional". De sus siguientes palabras se deduce que piensa que el mundo sería más plácido con ellas al mando: "Tienden a buscar el equilibrio y prefieren la negociación a la confrontación; la evolución a la revolución".