¿Qué razones le movieron a dejar un poco de lado la magia y a dedicarse más a hacer reír a la gente?

Siempre me ha gustado la manera de entender y explicar el mundo que tienen los humoristas. De pequeñito me fascinaban Tip y Coll o Gila. Me quedaba loco leyendo algunos artículos de ´La Codorniz´, textos de Gómez de la Serna, Julio Camba o Álvaro Cunqueiro... Disfrutaba tanto con ellos que quería ser como ellos. Aunque yo me opusiera siempre había una tendencia irrefrenable dentro de mí que me empujaba a la chorrada.

-¿Qué fue antes monologuista o guionista?

-Mi primer trabajo fue como guionista demonólogos así que no sé qué fue primero. Empecé, allá por el año 99, escribiendo para un incipiente programa llamado ´El club de la comedia´. Junto a un ubérrimo equipo de guionistas escribí textos para todos los actores que pasaban por el programa. Aprendí muchísimas cosas, entre ellas el significado de la palabra ubérrimo que quiere decir fertilísimo.

-Usted ha formado parte de los equipos de ´El Hormiguero´, ´Cruz y raya´ o ´El Club de la comedia´, espacios que han tenido millones de espectadores. ¿Cuál es el secreto para que un guion guste?

-Para que un guion guste ha de tener verdad, pero ha de escribirse pensando en el público, no en uno mismo. Ahí hay un equilibrio difícil de encontrar. Hay que escribir mojando la pluma en las verdades de uno, sin dejar de pensar en que ese producto luego será para que lo disfrute otro.

-Cuando se piensa en Luis Piedrahita la imagen que viene a la mente es un hombre con un singular flequillo y gafas. ¿Por qué ha elegido estos elementos como definitorios?

-Ambos elementos aparecieron de modo totalmente fortuito. La primera vez que salí en la televisión había olvidado llevar mis lentillas y necesitaba un corte de pelo. Mucha gente me dijo después que esas gafas y esa pelambrera, que eran algo absolutamente casual, tenían mucha gracia, así que me he esforzado por mantenerlas. Esos elementos no obedecen a un plan maestro. Vinieron porque sí y se han quedado.

-Usted ha optado por fijarse en los pequeños objetos. ¿Por qué?

-Las cosas pequeñas son una atalaya perfecta para hacer el humor que más me interesa. Ese humor blanco, surrealista y, aparentemente, sin intención. Hablando de las cosas pequeñas nos sentimos identificados y, de alguna manera, volvemos a ser niños.

-Luis Piedrahita nunca haría humor sobre...

-Nunca haría humor sobre política, sobre actualidad con nombres y apellidos, sobre sucesos muy notables fruto del momento... Cuando uno hace humor sobre esos temas, con el paso del tiempo, lo escrito va perdiendo fuerza, se va poniendo blando y a mí me gusta que el humor dure duro.

-¿Qué les diría a los políticos que nos gobiernan?

-Hola, ¿qué tal?, ¿cómo le va?

-Otra de las vertientes que usted ha desarrollado es la escritura infantil. ¿Qué le movió a hacerlo y repetirá la experiencia?

-Escribí un cuento sinfónico titulado ´Diario de una Pulga´. Se trata de un cuento que acompaña la obra del compositor Camille Saint- Saëns, ´El carnaval de los animales´. El cuento narra las aventuras de una pulga que quiere ir a esquiar a Baqueira Beret y que para lograrlo tiene que ir saltando de animal en animal. La historia es muy divertida, pero no te digo como termina. La escribí porque me lo pidió Emilio Aragón, pues tendría la oportunidad de contarla rodeado por una orquesta sinfónica y porque realizando ese proyecto conocí al fantástico José Saramago y a la maravillosa Pilar del Río. Fue una gran experiencia.

-También ha hecho sus incursiones en el cine, tanto como guionista, utilizando nuevamente la palabra, como director.

-La experiencia fue tan dolorosa como gratificante. Hacer una película es muy duro, pero engancha. Rodrigo Sopeña y yo dirigimos ´La Habitación de Fermat´ hace ya unos años y volveremos a la batalla en cuanto sea posible.

-¿Qué proyectos tiene a corto plazo?

-Estoy terminando mi próximo libro y haciendo una gira por grandes teatros con un espectáculo titulado ´El castellano es un idioma loable, lo hable quien lo hable´. Por cierto, si no habéis leído ese libro, ¡no sé a qué estáis esperando!

-De su trayectoria se desprende que es un triunfador. ¿Siente eso?

-Es una palabra muy fea. Cuando uno habla de un triunfador, se imagina a alguien que en realidad no es feliz. Yo no me considero un triunfador, me considero una persona tremendamente afortunada que tiene la suerte de dedicarse a algo que le apasiona.

-¿Qué le gustaría hacer y todavía no ha podido o no se lo han propuesto?

-Morir.