Los médicos curaron las gravísimas heridas físicas que causaron en el cuerpo de Irene Villa y de su madre, María Jesús, las bombas de ETA, pero fueron los abrazos, "el cariño de la gente", reconoce 23 años después de la tragedia, los que sanaron otras no menos graves, "las de la mente, las del alma".

"He tenido mucha suerte, porque me han abrazado mucho. El amor es el motor de mi vida", asegura Irene Villa en una entrevista con Efe a propósito de su nueva aventura editorial, "El libroabrazo" (Espasa), una invitación a "desnudar el alma y a compartirlo con la gente".

"Sí", insiste una y otra vez, "los abrazos me curaron las heridas internas". Su madre, alguien fundamental en su vida, siempre se lo ha recordado, antes y después del atentado: "Vale, hija, no tienes piernas, pero ¿y todo el cariño que has ganado en todos estos años? Te ha pasado algo muy terrible, difícil de soportar. Eras una niña, pero ¿y toda la contrapartida que has tenido en forma de cariño, de solidaridad, abrazos, cartas,...?". "Todo esto me salvó la vida", reconoce Irene Villa.

De su madre tiene muy presente también algo que le dijo inmediatamente después del atentado que mutiló a ambas. "Hija, tenemos dos opciones: vivir amargadas, sufriendo, maldiciendo a los etarras, o pensar que la vida empieza ahora, a partir de cero. Tenemos que mirar la vida con alegría, con optimismo". La elección, sin la más mínima duda, entonces y ahora, fue "ser feliz, agradecer y luchar".

Eso no quiere decir, "ni mucho menos", que no haya habido momentos de flaqueza, de dolor, de sufrimiento, de duda, "muchas dudas". Para superarlos, una máxima grabada en su mente: "la única derrota es el desaliento".

Todas estas enseñanzas y experiencias vitales han animado a Irene Villa a publicar su "Libroabrazo", de difícil clasificación, aunque tiene mucho de diario, ya que el protagonista de cada ejemplar es diferente, aquel que escribe y desnuda su intimidad página a página.

"Mi libro invita -explica Irene Villa- a hacer un trabajo, nada fácil, de introspección, de mirarnos el interior, para saber quiénes somos, lo que podemos conseguir en la vida, para saber el potencial que tenemos, para saber que valemos y, sobre todo, para reforzar la autoestima, a veces tan frágil".

En todo ello ha trabajado mucho Irene Villa en las dos últimas décadas, hasta convertirse en una mujer joven que sabe "que se puede", autora y protagonista de su propia historia, una víctima de la barbarie terrorista que tiene "asumido y superado" todo cuanto le ocurrió a partir de aquel 17 de octubre de 1991, cuando una bomba de ETA cambió su vida y la de su familia.

"Tenía todas las papeletas para ser una persona infeliz, pero con mucho esfuerzo he logrado darle la vuelta al destino", destaca Irene Villa, convencida de que todos, "absolutamente todos", "tenemos el poder y las herramientas" para hacer lo que ella ha hecho: salir adelante, sin odios ni rencor. "Tenemos que creer en nosotros mismos. Y querernos. Yo tuve la ayuda mágica de mi madre".

Ayuda que esta joven madre embarazada de su segundo hijo, que nacerá en abril y se llamará Pablo, cree que la gente, todo tipo de gente, jóvenes y mayores, puede encontrar en su libro, que no duda en calificar de "terapéutico".

Un libro que invita a la reflexión, a responder por escrito a preguntas que muchas veces no nos atrevemos a responder o para las que no encontramos respuesta. "Es un libro -dice su autora- que ofrece a la gente la oportunidad de contar su historia, de ser autores de su propia historia. Permite pasar de ser espectador a protagonista. En definitiva, a abrazarnos a nosotros mismos. Y eso, ni más ni menos, es el amor".

Psicóloga, escritora -prepara nueva novela, para finales de año-, periodista, conferenciante, campeona de esquí y muchas otras cosas más, Irene Villa vive estos días el empeño de poner en marcha su propia fundación.

Una fundación que tiene un único propósito, dice: "Ayudar a la gente, como a mí me ayudaron antes. Quiero decirles a los discapacitados que su vida no ha acabado, que es posible comenzar una nueva. Y que les vamos a ayudar. Quiero que se sientan abrazados".

Una fundación para ayudar a que encajen "las piezas del puzzle" que es la vida de cualquier persona. "El mío encajó con paciencia, esfuerzo, esperanza, prudencia y perseverancia", recalca Irene Villa, una mujer convencida de que "el dolor es inevitable pero el sufrimiento opcional". Una entre las muchas enseñanzas, en este caso de Buda, que guían su día a día.