Las corrientes sociales, artísticas y culturales de los años veinte del siglo pasado son una referencia recurrente a muchos niveles y han dejado numerosos iconos. También en la moda. Muchos de ellos se han recuperado esta temporada de la mano de algunos de los más influyentes y diversos diseñadores. Conocidos como "los felices 20", son años de cambios en muchos aspectos de la vida cotidiana que afectaron de manera sensible a la mujer.

Obligadas por la Primera Guerra Mundial, recién terminada, las mujeres se habían integrado en el espacio laboral que los hombres habían abandonado por la milicia, y al final de la contienda muchas de ellas siguieron trabajando. Su nueva función social requería una forma de vestir mucho más ligera y funcional que hasta entonces, y así surgieron las líneas estilizadas, las faldas y los vestidos cortos y sin mangas, los tejidos vaporosos y ligeros y una mayor sobriedad, que se interpretaba de distinta manera según la clase social a que se perteneciera.

Si en aquellos tiempos eran los cambios sociales los que marcaban el ritmo de las tendencias, y la moda que nacía en la posguerra significaba toda una revolución, ahora se trata de una recreación estética en la que han coincidido -el eterno misterio de la moda- muchos diseñadores.

Modelos de Versus - Iceber - Lacoste

Se han adoptado los vestidos rectos de sutiles materias, bajos de cintura y con adornos inspirados en el art déco y otros elementos que procedían de una nueva arquitectura, propiciada por la Bauhaus en Europa, y que en Estados Unidos se concretó en la construcción de los grandes rascacielos en ciudades como Nueva York y Chicago.

Los modelos que proponen ahora marcas como Gucci, que basaba toda su colección en ese estilo, se adornan con estampados y aplicaciones que recuerdan los ornamentos de edificios emblemáticos como el Chrysler (finalizado en 1930) y otros menos conocidos pero llenos de detalles art déco, que se esparcen por Manhattan y Chicago.

Otros rasgos que los definen son los pliegues y godets, que mantienen las prendas sutilmente ajustadas a la silueta hasta más abajo de las caderas. Estas también se marcan con cinturones en algunos casos, y las figuras, como ya ocurría en los años 20, se presentan rectas y estilizadas, sin marcar curvas. Adornos de plumas, lentejuelas, bordados y pedrería ornamentan, especialmente, los trajes de noche.

Pero si en sus orígenes se consideró un estilo andrógino y que masculinizaba a la mujer, en contraste con el que había imperado hasta entonces, ahora se muestra en su versión más femenina.