La limpieza del cutis es imprescindible, ya que una piel limpia es más propicia a aprovechar los efectos de los tratamientos faciales así como sacar partido de los principios activos incorporados en las cremas. Unos poros obstruidos impiden que los cosméticos cumplan su acción, evitando de este modo ser absorbidos en la superficie del tejido con el objetivo de alcanzar capas más profundas para ejercer su acción.

Lavar el rostro es indispensable para lucir un cutis radiante y sin impurezas, por ello no conviene saltársela ni un solo día. Un producto con esa función ha de ser uno de los primeros que se incluyan en el neceser de viaje y es importante aclarar toda duda al respecto.

Pieles sensibles

La clave para desmaquillarlas sin irritarlas es optar por limpiadoras suaves y con fórmulas calmantes, capaces de eliminar las impurezas pasando ligeramente un algodón. Pueden usar un spray de agua termal como alternativa al tónico.

El tónico

Muchas mujeres tienden a saltarse este paso, pero se puede comprobar su eficacia viendo cómo queda el algodón desmaquillante después de usarlo. Hay que tener claro que no todos los tónicos son astringentes o llevan alcohol -de hecho, lo llevan sólo los recomendados para las pieles grasas-.

Pieles grasas

Conviene usar las leches limpiadoras no comedogénicas, que no favorecen la aparición de granos, aunque este tipo de pieles suelen preferir los geles espumantes que se eliminan con agua y dan sensación de pureza y frescor. Es importante que no contengan tensioactivos irritantes, que pueden provocar un efecto rebote del acné. Una vez por semana se puede usar un exfoliante mecánico que arrastre las células muertas y deje la piel más lisa y suave, a la vez que favorecerá la eficacia de las cremas de tratamiento que se apliquen a continuación.

Cuanta menos agua, mejor

Sólo se deben quitar con agua aquellos productos de limpieza que así lo requieren (suelen indicarlo). En estos casos es preferible el agua tibia.

Las toallistas

Son recomendables en casos concretos o como una opción rápida, pero suelen llevar más conservantes porque, una vez que se abren, tienen más contacto con el exterior. Además, obligan a frotar más que la limpiadora, que se aplica con la mano o con el algodón.