En el siglo XXI es muy probable que la humanidad derrote definitivamente la lacra social que ha supuesto históricamente el déficit de la audición en esta cruzada en la que los otorrinolaringólogos (los antaño conocidos especialistas de garganta, nariz y oído), pecando de inmodestia, hemos sido y somos guerreros de primera línea acompañados de médicos de familia, pediatras, genetistas, psicólogos, logopedas, enfermería...

El ataque de la sordera puede producirse en cualquier momento de la vida, e incluso antes de nacer puede venir marcado en nuestro código genético, por lo que es posible hacer un diagnóstico de prevención mediante una simple extracción de sangre. Cuando se presentan es muy importante actuar rápidamente para poder detectarlas y así estimular al niño aprovechando la etapa de construcción del lenguaje que ocurre en los primeros años de vida. Si un niño no escucha, deben ser estimulados los restos auditivos, si los hubiera, e introducirlo en un protocolo de implante coclear rápidamente. Se utilizan mecanismos de despistaje en todos los recién nacidos y particularmente en aquellos de riesgo (incubadoras, prematuros, hiperbilirrubinemia, uso de antibióticos, infecciones severas, hemorragias intracraneales, etc.). La realización de un sencillo test (otoemisiones), en la cabecera del recién nacido nos detecta el problema. Caso de no ser superada por el bebé, obliga a otros estudios más sensibles y específicos (potenciales evocados). La sordera afectará a su desarrollo afectivo e intelectual.

En cambio, si un niño sano, al año o más adelante disminuye su audición, se debe pensar en que hay una patología de oído medio. Son los niños "mocosos" que pueden precisar los conocidos "tubitos", drenajes trastimpánicos, para evacuar el moco del oído medio que se detecta tras el tímpano.

En la juventud y mediana edad, si aparece una hipoacusia, particularmente en el sexo femenino, se debe pensar en otosclerosis, una enfermedad hereditaria que afecta a los huesos del oído, que puede ser resuelta por una intervención que cambia el estribo (hueso afecto) por una prótesis de titanio.

Si hay antecedentes de supuración de oídos, se debe pensar en alteraciones del tímpano y la cadena de huesos que puede ser reparada mediante injertos obtenidos del propio paciente o mediante implantes artificiales.

Si en cambio, el paciente ha estado expuesto a ruidos sociales o laborales (música, explosiones, ruidos de maquinaria laboral..), hay que pensar en trauma acústico. Aquí nuevamente la prevención es nuestra mejor arma y cuando el daño está presente podemos acudir a las prótesis auditivas.

Otras clases de sordera

Si la sordera ocurrió luego de descender de un viaje en avión, se debe pensar en un barotrauma auditivo por los cambios de presión no resueltos adecuadamente por la famosa trompa de Eustaquio. Puede incluso prevenirse.

Si el paciente es mayor de 50 años, y tiene ambos oídos con disminución auditiva, la presbiacusia (sordera de las personas mayores) es la patología a investigar y tratar también con audífonos.

Si la disminución de la audición va acompañada de vértigo o mareos, se debe pensar en enfermedad de Meniere, enfermedad que si no es posible controlarla con medicación ofrece posibilidades quirúrgicas.

Si la hipoacusia es de un solo oído y es de tipo perceptivo, se debe pensar en un tumor del nervio auditivo o neurinoma del acústico, que se detecta con estudios radiológicos.

Si pérdida auditiva es de rápida aparición se debe pensar en hipoacusia súbita y se debe actuar de inmediato, las horas cuentan para poder recuperar la audición en caso de ser factible. En estos casos, las causas son múltiples, desde infecciones virales entre las más frecuentes hasta tumores, malformaciones vasculares.

Finalmente, están las traumáticas. Un trauma craneal puede producir una fractura del hueso del oído y la pérdida de la audición.

Naturalmente la obstrucción del conducto auditivo externo por cera, pus o bien cuerpos extraños puede disminuir la audición, pero es transitoria, hasta tanto se limpie el mismo, por lo cual no corresponde rotularlo como hipoacusia. También las otitis medias agudas producen disminución auditiva, pero tras curar el proceso suelen recuperarse por completo.

Como resumen hay que asumir que el enemigo es fuerte y tiene múltiples estrategias de batalla y frentes abiertos, pero un equipo bien formado, con las numerosas armas de que disponemos y empleadas adecuadamente, estamos capacitados para la victoria definitiva.