Es una presunción bastante segura afirmar que casi tod@s los que estáis leyendo este artículo habéis pasado por aquellos años de adolescencia en los que, además de alborotársenos el carácter, el acné hacía acto de presencia en nuestra cara y cuerpo. Pocos de nuestros padres le daban mayor importancia al asunto porque aquello se asumía como una etapa natural de la vida; "cosas de la edad". Sólo en los casos más extremos alguno de mis amig@s terminaba guiado por sus progenitores a la consulta del dermatólogo. Recuerdo el sufrimiento, muchas veces mudo, de algunos que se sentían señalados por aquel estigma que afeaba su aspecto. La mayoría son ya padres y todavía conservan lesiones permanentes en su piel como un mal recuerdo de aquellos años.

Hoy, primero como doctora, debo afirmar con claridad algo que está más que constatado por la ciencia médica: el acné es una enfermedad que debe tratarse como tal y que en demasiadas ocasiones, tiene unos importantes efectos psicológicos sobre el adolescente. En segundo término, como madre me gustaría transmitirles una idea, no menos importante, las enfermedades de los hijos menores son también responsabilidad de sus padres.

Aunque afortunadamente los tiempos han cambiado y, como explicaba en las líneas anteriores, hoy sabemos que el acné es una enfermedad que requiere de un diagnóstico preciso y de un tratamiento adecuado a cada caso, todavía son demasiados los jóvenes que siguen sufriendo el problema por la inacción propia o de sus tutores.

Cuidado con los remedios caseros

Por lo general, en la consulta con mis jóvenes pacientes constato con frecuencia que sobran los remedios caseros, la automedicación o la imitación de pautas prescritas para otros casos. La visita al especialista llega tarde, normalmente, cuando la enfermedad ha cursado con toda su virulencia. Como en otras muchas enfermedades, en el acné la prevención y la prontitud en el diagnóstico nos permitirá que los tratamientos optimicen los resultados. Es fácil de entender que no es lo mismo evitar las marcas que provoca la enfermedad a todos los niveles - físicos y psicológicos - que tratarlas cuando éstas ya son una realidad.

Tratamientos de última generación

Los fármacos y cosméticos para el acné se han ido refinando y sus dosis se pueden personalizar y pautar de forma más eficiente. Los mejores resultados suelen llegar gracias a la combinación de tratamientos: farmacológicos, cosméticos, peelings químicos o mecánicos, terapias lumínicas con luz azul rojo o púrpura, eliminación de comedones y un cierto rigor en los cuidados preventivos.

Las terapias médico-lumínicas con luz azul y roja se han mostrado como un magnífico complemento en los tratamientos. La luz roja estimula el colágeno y la elasticidad de la piel, la azul inhibe la inflamación dérmica y ataca directamente a las bacterias que provocan la enfermedad.

Para terminar me gustaría recordar algo. Nuestros hijos se parecen a nosotros pero la ciencia médica puede evitar que convivan con una piel marcada por el acné.