Se puede afirmar que existen una serie de enemigos de la salud (física y mental): el alcohol, drogas no legalizadas, el tabaco, las infecciones de riesgo€, que sin duda se conocen aunque, tantas veces, se infravaloren en su capacidad de deteriorar la salud hasta límites de considerable gravedad.

Pero, ocurre que tenemos un enemigo importante de nuestra salud, con el que convivimos a diario, que apenas advertimos su presencia y tiene también una enorme capacidad para arruinar nuestra salud: ese enemigo invisible se llama estrés.

Los médicos, de cualquier especialidad, vemos con bastante frecuencia a pacientes que acuden a la consulta con molestias físicas muy diversas (cefaleas, mareos, molestias abdominales, dolores en cuello y espalda, insomnio, palpitaciones, hipertensión, etc.), que en un tanto por ciento alto (más del 50%), están producidas o desencadenadas por lo que podemos llamar el estrés acumulado o prolongado.

Tenemos a diario muchos factores de estrés, de los llamados psicosociales: la hipoteca, las pequeñas - o no tan pequeñas - rencillas laborales, las incomprensiones en tantos ámbitos de la vida (familiar, social, etc.), el miedo a que no se cumplan unas determinadas expectativas€que, indudablemente, están afectando a nuestro organismo que reacciona con la puesta en marcha de elevados niveles hormonales (glucocorticoides), que con el transcurso del tiempo van creando serios problemas de salud en los pacientes.

Así ocurre en tantas enfermedades (alteraciones cardiovasculares, gastrointestinales, diabetes, problemas alimentarios, insomnios, ansiedad, depresión, consumos de sustancias toxicas, etc.), con las que los pacientes acuden al médico de familia o al especialista, y cuando se profundiza en la historia personal del paciente, suelen aparecer situaciones de estrés que, en bastantes casos, evolucionan desde hace anos y no han sido reconocidas por los pacientes, hasta que han comenzado a presentar síntomas de muy diverso tipo.

Es llamativa esta falta de identificación del estado del estrés previo a la enfermedad, por dos razones: a) porque tiene unas consecuencias muy negativas para la salud del paciente, y b) porque en la sociedad que vivimos, existe enorme información sobre temas relacionados con la salud y, en general, hay acusada sensibilidad hacia todos los temas que pueden influir en nuestro bienestar.

Pero si el estrés no lo detectamos y lo sufrimos, sin percatarnos de su negativa influencia, es porque está camuflado en el ambiente que respiramos día a día: por una parte, aislados en nuestros propios problemas y, por otra, involucrados en una sociedad que demanda un bienestar que no pocas veces es inalcanzable. No le falta razón a un autor, Josep Eyer, cuando dice que "la prosperidad se ha convertido en causa de muerte".

Prevenir el estrés esa es la gran tarea que tenemos por delante para conseguir una mejor calidad de vida, para detener muchas de esas enfermedades también llamadas de la "civilización". Para ello hay que detectar el estrés propio (es anecdótico que muchísimas veces lo detectan antes las personas de nuestro entorno), y tomar una serie de medidas relacionadas con el estilo de vida (ejercicio regular, comida sana, ritmo de sueno equilibrado y€poco mas).

El futuro puede ser muy distinto - para un elevado número de pacientes - según se tengan en cuenta o no los problemas que conlleva el estrés.